POEMAS HUMORÍSTICOS

POEMAS HUMORÍSTICOS

SUMARIO

1.- Entre abogados te veas.
2.- Cirugía estética.
3.- Un espejo de maridos.
4.- La Madona de San Sixto.
5.- El Pozo del Barrio Bajo.
6.- Como estudian las muchachas.
7.- Con las manos en la masa.
8.- La tragedia de Don Mamerto.
9.- El hijo de Don Froilán.
10.- El Baile de Caridad.
11.- ¡Ahí viene doña Tecla!
12.- Lo que instruyen los viajes.
13.- Celedonio el Flojo.
14.- Lucila la Filósofa.
15.- Una esclava de la moda.
16.- Las chuletas de Gabriel.
17.- Un publicista ingenioso.
18.- Los trabajos de Enriqueta.
19.- La linterna de Diógenes.
20.- El último suspiro de Don Samuel.
21.- Tragedia minifaldera.
22.- Don Leoncio el Ahorrador.

I

ENTRE ABOGADOS TE VEAS.....


En las cuevas de Granada,
vivía un rico gitano,
que pasaba por el zorro
más astuto y más simpático.

Con igual facilidad,
reanimaba a un rocín,
que engatusaba a una paya
o bailaba un garrotín.

Y en cuanto al arte ancestral
de dar alcance al parné,
jamás dio un tipo más fino
toda la raza calé.

Olfateaba los rastros
de la plata y los billetes,
mejor que un can perdiguero,
los de perdices y liebres;

Y como el buen cazador,
cuya bala sigue al ojo,
jamás, después de ojearlo,
le fallaba un buen negocio.

Lo secundaba su cónyuge,
que era una gitana bella,
con artimañas de bruja
y labia de sacamuelas.

Quiromántica de pega,
la embaucadora trocaba
la ajena buenaventura
por la propia bienandanza;

y a toreros y a juerguistas
y a mancebas de postín
saqueaba su presente,
a cambio del porvenir.

Con tan eminentes prendas,
la parejita avispada
llegó a ser de las más ricas
de la ciudad de Granada;

y los gitanos que habitan
las cuevas del Sacro Monte,
en ella reconocieron
a sus propios Faraones.

Hasta que... un día nefasto,
un tipo de mala entraña
los enredó en un litigio,
por una hipoteca urbana;

y los ricos Faraones,
por el Juzgado apremiados,
cayeron entre las uñas
de dos listos abogados.

Más les hubiera valido
que, saqueando un redil,
los hubieran sorprendido
la propia Guardia Civil;

pues, como de las dos partes,
el gitano era el más rico,
los letrados se entendieron
para vaciarle el bolsillo;

y con textos de los Códigos,
Papiniano y el Digesto,
al infeliz trasquilaron,
mejor que a un tiñoso penco.

Tanto así fue que al calé,
del largo pleito al final,
no le quedó ni la lana
del colchón matrimonial.

Desde entonces los gitanos
emplean la maldición:
"Entre abogados te veas...",
que inventó su Faraón.

Tehuacán, 20 de Septiembre de 1954


II

CIRUGÍA ESTÉTICA

Doña Luisa era una dama
rica, elegante y coqueta,
que rejuvenecer quiso,
al llegar a los cincuenta.

De joven, había sido
una belleza sin par,
a la que los hombres
se rendían por igual.

Mas de la vida en la pista,
rueda, y ¡ay!, no rueda en vano,
sin cesar, la fatal bola,
bola negra de los años.

Y al cuerpo de doña Luisa
había marcado el tiempo,
con todas las cicatrices,
que son de su paso el sello:

patas de gallo en los ojos,
surcos de arado en la frente,
nieve y ceniza en el pelo
y un cochinito en el vientre.

Eso sin contar, es claro,
los estragos de otras partes,
que el pudor veda a las damas
ir mostrando por la calle.

Mas doña Luisa no era
de aquellas que se resignan
antes las fatalidades,
que acibaran nuestra vida.

Y quiso, al igual que Fausto,
recobrar su juventud,
aunque sin vender su alma
a Mefisto o Belzebú.

A tal fin vio a un cirujano,
ducho en la especialidad
de hacer de una cacatúa
un lindo pavo real.

Meses se pasó el experto
dando a la dama martirio,
estirándole el pellejo
y aflojándole el bolsillo:

cortes en pechos y nuca,
vientre y cuero cabelludo,
extirpación de juanetes
y arreglitos en los muslos.

Un día, al fin, la dio de alta,
con esta expresión amable:
-"Señora, veinte mil pesos,
y ¡a reconquistar galanes..!"

Y la ilusa doña Luisa
a ciegas se lo creyó,
lanzándose alegremente
a las lides del amor.

Más no tardó en darse cuenta
de que el cuerpo le fallaba,
pues  la cirugía estética
los órganos no restaura.

Hasta que un íntimo amigo,
a quien confió sus penas,
compasivo y sonriente,
dijo a la vieja coqueta:

- "Es que las canas y arrugas,
doña Luisa, le han quitado;
mas no la bola. - ¿Qué bola..?
- La bolita de los años....

Tehuacán, 19 de Abril de 1954



 III

UN ESPEJO DE MARIDOS

- ¿Hubo jamás un marido,
tan obsequioso y tan fiel,
como lo fue hasta su muerte,
el señor don Ezequiel..?
Yo lo dudo, pues los hombres,
en su mayoría, son
polígamos practicantes,
como el moro y el mormón.

¡Oh!, ¡qué obsequioso y qué fiel
fue siempre don Ezequiel!

Iba siempre a todas partes,
dando el brazo a su señora,
igual que un enamorado,
que regresa de la boda.
Cosa rara, porque el hombre;
después que esposa tomó,
solo quiere acompañarla
camino del Panteón.

¡Oh!, ¡qué obsequioso y qué fiel
fue siempre don Ezequiel!

Su mujer en el hogar
era una niña mimada,
a la que hasta el desayuno
le servía él en la cama:
conducta, que es un ejemplo
para esos esposos bárbaros,
que a la cabeza les tiran
a sus cónyuges los platos.

¡Oh!, ¡qué obsequioso y qué fiel
fue siempre don Ezequiel!

Nunca tuvo que pedirle
su mujer para unas medias,
porque siempre la vistió
y alhajó, como a una reina:
a diferencia de aquellos
consortes avariciosos,
que no dan a sus esposas
ni para comprarse polvos.

¡Oh!, ¡qué obsequioso y qué fiel
fue siempre don Ezequiel!

Si alguna vez la señora
indispuesta se sentía,
al punto al mejor doctor,
solícito, le traía:
algo así como esos cafres,
que, al enfermar su mujer,
para que muera cuanto antes,
la tratan a puntapiés.

¡Oh!, ¡qué obsequioso y qué fiel
fue siempre don Ezequiel!

Cuando salía de viaje,
cosa que no era muy rara,
nunca para su señora
los regalos olvidaba;
en contraste con los brutos,
que, cuando vuelven a casa,
solo dan a sus consortes
disgustos y bofetadas.

¡Oh!, ¡qué obsequioso y qué fiel
fue siempre don Ezequiel!

Un día al pobre señor
lo mató una camioneta,
y su señora lloró,
igual que una Magdalena;
sobre todo, cuando supo,
después de los funerales,
que el muerto había dejado
¡siete hijos naturales...!

¡Ay!, ¡qué canalla y qué infiel
fue siempre don Ezequiel...!

México, 29 de Abril de 1954.



A María Leonor Cerejido Noriega, en su cumpleaños.
III
LA MADONA DE SAN SIXTO

Entre las Madonas
del pintor de Urbino,
la que más me agrada
es la de San Sixto.

¡Es tan fina y guapa,
de tan bellos trazos..!
con razón el Papa
la mira arrobado.

Y los angelitos
que tiene a sus pies,
le forman juntitos
celeste escabel.

No se sabe en ella
el qué admirar más:
si su linda cara
o aire divinal.

¡Con qué gracia tiene
a su Hijo en brazos
y mira de frente
con sus ojos claros!

Es el mejor símbolo
de Honor maternal,
que un artista excelso
ideó jamás.

Y es, Loly, de ella
de la que me acuerdo,
cuando con tu niño
en brazos te veo.

¡Tanto te pareces
al celebre cuadro...!
(Salvo que tu hijo
es aún más guapo).

Y de haberte visto
el gran Rafael,
sin duda te hubiera
pintado también.

Pero yo no puedo
hacerte inmortal,
cual pudiera hacerte
un pintor genial.

Por eso en el día
de tu cumpleaños,
limito tan solo
mis deseos vanos

A que me recuerdes
siempre con tu hijo
la hermosa Madona
del Papa San Sixto.

México, 17 de Diciembre de 1952.


V

EL POZO DEL BARRIO BAJO

Ya sé, niña, por qué vas
con tanta frecuencia al Pozo:
no tan solo a buscar agua,
como al encuentro de un mozo.

Mira que las modistillas
de la sastrería Mesa
se han fijado en que el "manil"
tú casi nunca manejas;

Pues casi siempre, al llegar,
hay un mozo -y siempre el mismo-
que, con muchas sonrisitas,
llena el cántaro vacío.

¿Es pura casualidad..?
¿Es el mozo el que te busca..?
El caso es que las comadres
del Barrio Bajo murmuran.

Tal vez sea por envidia,
puesto que las malas lenguas
a menudo pertenecen
a solteronas y feas;

y es natural que de ti
algunas envidia sientan,
Pues eres, niña, tan guapa
como el día que alborea;

y los mocitos te rondan,
igual que a un panel de miel
las moscas y moscardones
que aletean junto a él.

Si tuviera dieciocho años,
yo también te rondaría,
aunque me cortasen trajes
modistillas y vecinas.

Mas como ya no los tengo,
mi niña, te voy a dar
un buen consejo de viejo,
que te puede aprovechar;

"No tiene importancia alguna
que frecuentes mucho el Pozo,
mas cuida bien de que el cántaro
no te lo rompa algún mozo..."

México, D. F.., 14 de Marzo de 1953

El Pozo del Barrio Bajo, también llamado de la Picota, estuvo emplazado en otros tiempos, frente a la casa número 2 de la calle del Barrio Bajo.  Era una bomba hidráulica aspirante, accionada por un pesado manil de hierro, que en todo tiempo, y sobre todo, en verano, daba una agua cristalina y fresquísima, con ligero sabor metálico. Tenía adosado un gran pilón, que servía de abrevadero para las caballerías.  El Pozo era un sitio concurridísimo a todas las horas, pero sobre todo, al mediodía y al anochecer.  ¡Cuántas veces no saqué yo agua del mismo, cuando en mi adolescencia, viví durante algunos años con mis padres, en la casa nº 14 del Barrio Bajo! Al fin, fue desmontado en 1945, al instalarse en el pueblo el servicio de agua corriente a domicilio. La sastrería Mesa estaba instalada en la casa nº 2 del Barrio Bajo.


 VI

COMO ESTUDIAN LAS MUCHACHAS

Anita es una estudiante
de seductora figura,
que añadir a sus encantos
pretende el de la cultura.

¡ Y hay que ver con qué ansiedad
libros y apuntes devora
resuelta a brillar un día
como María Slodowska..!;

¡Y con qué atención escucha
en la clase, a los maestros,
especialmente, si son
finos, jóvenes y apuestos..!;

pues, como buena estudiante,
conjugar sabe a la vez
sus deberes escolares
y sus cuitas de mujer.

¿Quieren verlo..? Sorprendamos
sus íntimos pensamientos,
mientras su cerebro amuebla
de ricos conocimientos.

Pospretérito de amar:
Yo amaría, tu amarías...
(¡Oh qué guapo era el muchacho
con quien vine en el tranvía..!)

Las victorias de Alejandro:
el Gránico, Iso, Arbelas...
(¡Qué vestido me pondré
para la boda de Elena..?)

Ácido nítrico. Fórmula:
es Hache, Ene, o tres.
(En verdad que es primoroso
el coche de Luis Miguel).

Los grandes puertos de China:
Hong-Kong, Shang-Hai y Cantón.
(Con ese novio tan feo,
¿de qué presume Manón..?)

Tangente por cotangente
es igual a la unidad.
(¡Ay mis medias! ¡Vaya punto
que me acaba de estallar...!)

Sistemas ideogénicos:
el innatismo, el sensismo...
(Ese gomoso de Arturo,
¿qué es lo que se habrá creído..?)

Finir. Passé composé:
J´ai fini, tu as fini...
(¡Qué bonito me ha quedado
el vestido de organdí!)

Punto de fusión del oro:
a mil sesenta y tres grados.
(Si viniera Federico
a nuestro baile del sábado..)

Composición de los dientes:
esmalte, marfil, cemento...
(¡Qué bien baila Federico
el jarabe y el bolero!)

Criptógamas, talofitas:
bacterias, líquenes, algas...
(El collar de Margarita,
¿no será de perlas falsas..?)

Latín. El pronombre ego:
Ego, mei, mihi, me...
(Si no me equivoco, a Juan,
le caigo requetebién.)

Mamíferos artiodáctilos:
la cabra, el toro, la oveja...
(Mi tía, con crinolina,
se parece a una clueca.)

Los héroes de la Ilíada:
Patroclo, Héctor, Aquiles...
(¡Qué tipo tiene Juanito
y además...¡que convertible..!)

El cilindro. Su volumen:
Pi, Erre cuadrado, A.
(¡San Antonio: ¡Treinta velas,
si se me declara Juan!)

El raciocinio. Sus formas:
inductivo y deductivo.
(¿Le diré a mi confesor
que me ha besado Juanito...?)

Las unidades eléctricas:
el amperio, el watio, el ohmio...
(Esa envidiosa de Luisa
se está insinuando a mi novio...)

Contratos bilaterales:
de préstamo, de trabajo...
(Ayer los padres de Juan
solicitaron mi mano.)

Obras de Ovidio: las Tristes,
Ibis, El Arte de Amar...
(¡Al diablo con los estudios,
porque me voy a casar!)

México D.F., 14 de Abril de 1957



VII

CON LAS MANOS EN LA MASA

Fernandito el Panadero
era un mocito arriscado,
que manejaba la masa,
como un gran pianista el piano.

Con sus dedos finos y ágiles
de prestidigitador,
hacía unos panes, que eran
más bien obra de escultor.

Modelando caprichosas
figuras de pececitos,
de caracolas marinas
y de ondulantes ofidios.

De apostura varonil,
galante y dicharachero,
a todas las parroquianas
las traía al retortero.

- "¡Qué manos tiene tan finas!"
- Suspiraban extasiadas -;
y en sus mentes las veían
dando sobos a la masa.

Naturalmente Fernando
tenía siempre más novias
que el famoso aventurero
veneciano Casanova.

Y ¡cosa curiosa!, todas
las que de su amor gozaron,
juraban que Fernandito
tenía manos de santo.

¿De santo o de pecador..?
¡Cualquiera la verdad sabe
de lo que en la intimidad,
los enamorados hacen...!

Mas creo que Fernandito,
piadosamente pensando,
no rezaba con sus novias
al santísimo rosario.

El caso es que su patrona,
de curiosidad picada,
también quiso ver de cerca
actuar a sus manos mágicas.

Y en las horas vespertinas,
en que sobaba la masa,
a solas en la tahona,
a Fernando visitaba.

La panadera era guapa,
y la gente, muy chismosa,
y a murmurar comenzó
historietas escabrosas.

Mas nadie supo jamás
si eran historias o cuentos,
pues una noche el galán
desapareció del pueblo.

¿Qué es lo que allí sucedió...?
No se supo a ciencia cierta.
Pero este chisme inocente
corrió por toda la aldea:

que el marido, receloso
de la parejita incauta,
la sorprendió aquella noche
con las manos en la masa...

México D. F., 1 de Abril de 1954



VIII

LA TRAGEDIA DE DON MAMERTO

Don Mamerto era un rentista,
frisando ya en los sesenta,
de esos que creen que todo
se compra y vende en la tierra.
Cansado de barraganas,
casarse al fin resolvió
y a Inés, jovencita pobre,
pero guapa, pretendió.

¡Ay!, ¡qué pobre don Mamerto,
en qué lío se metió!

Huelga decir que a la chica
no le gustaba aquel viejo,
pues era panzón, chaparro,
calvo y con cara de cuervo.
Pero su progenitora,
a aceptarlo la obligó,
al ver que constituía
un riquísimo filón.

¡Ay!, ¡qué pobre don Mamerto,
en qué lío se metió!

Para guardar la virtud
de aquella virgen y mártir,
su madre se convirtió
en una Brígida fácil.
Tan fácil, que un amiguito
de su edad le consintió,
para aliviarla del peso
del panzudo sesentón.

¡Ay!, ¡qué pobre don Mamerto,
en qué lío se metió!

Puestas, pues, al fin, de acuerdo
la Brígida y doña Inés,
a desollar comenzaron
a la mantecuda res.

La res era don Mamerto,
claro está, cuyo bolsón,
de una hermosa vaca suiza
la ubre, les resultó.

¡Ay!, ¡qué pobre don Mamerto,
en qué lío se metió!

Y una opípara existencia
comenzaron las dos socias,
a base de alhajas, fiestas,
vestidos y comilonas.
Hasta que un día, la chica
se dio cuenta con terror
de que, por su tierno amigo,
dado había un resbalón.

¡Ay!, ¡qué pobre don Mamerto,
en qué lío se metió!

Pero entonces doña Brígida
precipitó el casamiento,
que bendijo un arcipreste
en un elegante templo.
Y huelga decir que el viejo
padre feliz se sintió
del bebé que siete meses
después, Inés a luz dio.

¡Ay!, ¡qué pobre don Mamerto,
en qué lío se metió!

Por si un mortal accidente
al rentista le ocurría,
a una operación astuta
lo indujeron madre e hija;
que, a nombre de doña Inés,
en registrar consistió
todo el capital del viejo,
en prenda de fe y de amor.

¡Ay!, ¡qué pobre don Mamerto,
en qué lío se metió!

Y luego se alzaron ambas
con el santo y la limosna,
y al viejo a la calle echaron,
como a una gata sarnosa.

Total, que acabó el cuitado
como el gallo de Morón:
sin plumas, cacareando,
sin cresta y sin un espolón.

¡Ay!, ¡qué pobre don Mamerto,
en qué lío se metió!

México D. F., 16-X-56

 IX

EL HIJO DE DON FROILÁN

Periquito es un talludo
de retoño o de millonario,
que controla treinta fábricas,
cien comercios y once bancos.
No pasa una semana,
sin que en la prensa local,
se ocupen de Periquito
los ecos de sociedad.

Claro, claro. Periquito
es hijo de... Don Froilán.

Se preguntarán ustedes
qué género de proezas
realiza Periquito,
que tal incienso merezca.
¿Proezas…? Ja, ja! Ninguna.
Pero, bueno: ¿qué más da….?
¿No es su papá millonario...?
¿Hace falta acaso más...?

Claro, claro. Periquito
es hijo de... Don Froilán.

Periquito es un parásito
que, en los días de su vida,
no ganó, con su trabajo,
ni el precio de una tortilla.
¡Ah!, pero tira el dinero
en el frontón y el billar,
la ruleta y las carreras,
como el hijo de un Rajá.

Claro, claro. Periquito
es hijo de... Don Froilán.

Periquito, de muchacho,
pasó por veinte colegios,
que tuvieron que expulsarlo
por bruto y por majadero.
Pero luego compró un título
allá, por el Pakistán,
y hoy pasa muy orgulloso
por ingeniero industrial.

Claro, claro. Periquito
es hijo de... Don Froilán.

Periquito es un borracho
que, para que en él se fijen,
en cabarets y en hoteles,
arma los grandes bochinches.
Se mete con los clientes,
riega el suelo de champán,
pellizca a las camareras
y se marcha sin pagar.

Claro, claro. Periquito
es hijo de... Don Froilán.

Periquito tiene siempre
un Ford último modelo,
con los que ya destripó
a diez viejas y a cien perros;
y los usa sobre todo para traer y llevar
a vistosas mujerzuelas
y pasar por un don Juan.

Claro, claro. Periquito
es hijo de... Don Froilán.

Periquito es un gamberro
que se cree hijo de un dios,
y tutea a todo el mundo,
igual que un emperador.
Bosteza, eructa y se estira,
como el más tosco jayán.
¡Ah!, mas se viste en París
y se calza en Montreal.

Claro, claro. Periquito
es hijo de... Don Froilán.

Sin embargo, Periquito
también tiene sus virtudes,
pues experto en bebidas,
drogas, naipes y perfumes.
¡A ver, si, con tales méritos,
no merece figurar
en las crónicas diarias
de la buena... so-cie-dad!

Claro, claro. Periquito
es hijo de... Don Froilán.

En vista de ello, en las próximas
elecciones al Senado,
Periquito ha decidido
presentarse candidato.
- Pero ¡cómo! ¿Periquito
puede a senador llegar..?

- ¿Por qué no? Y hasta a Ministro
de Educación nacional.

Claro, claro. Periquito
es hijo de... Don Froilán.

México D. F., 20 de abril de 1971.



X

EL BAILE DE CARIDAD

Doña Gloria y doña Estela
eran dos brillantes damas,
consagradas a la práctica
de la caridad cristiana.

¡Cómo amaban a los pobres
doña Gloria y doña Estela,
y cómo se desvivían
por amenguar su miseria!

Por supuesto, no lo hacían,
como el simple San Vicente,
viviendo su misma vida,
sus miserias y estrecheces.

Damas cargadas de sedas,
de perlas, perfumes y oro,
no iban a alternar, es claro,
con malolientes mugrosos.

Eso de la caridad,
a la manera evangélica,
yo no es cosa de este siglo,
sino de edades pretéritas.

Mujeres de nuestro tiempo,
doña Estela y doña Gloria
la caridad practicaban
con bailes, naipes y copas.

Y en vez de la discreción,
que recomendaba Cristo,
por la prensa y por la radio,
pregonaban su altruismo.

Era su especialidad
la organización de fiestas,
en provecho de las obras
dichas de beneficencia:

el Ropero de los Huérfanos,
el Comedor de los Ciegos,
el Consuelo de las Viudas
o la Merienda de Negros...

La última que organizaron,
fue un baile a todo postín,
en favor de las ancianas
del Asilo San Crispín.

Se celebró en el salón
mejor de la capital,
con cuatro orquestas famosas,
flores, confetti y champán.

Las damas más elegantes,
siempre amigas de las pobres,
acudieron a la fiesta,
luciendo hermosos escotes.

Y bailaron de lo lindo,
en honor de las ancianas,
desde el vals y el charlestón,
hasta el can-can y la bamba.

En los días sucesivos,
doña Gloria y doña Estela
vieron su esfuerzo elogiado
en las crónicas de prensa.

Y... ¿las pobres mujerucas
de aquel asilo modesto ...?
Pues verán: como en la juerga,
se perdieron diez mil pesos,

se acordó que el deficito
lo enjugaran las ancianas,
sometiéndolas diez meses
a dieta de pan y agua...

México D. F., 8 de Mayo de 1954


XI

¡AHÍ VIENE DOÑA TECLA!

Es doña Tecla de Ébano
una dama principal,
que siempre y a todas partes,
tarde acostumbra a llegar.
No es por andar ocupada.
Es para que su presencia
noten las gentes y exclamen:
¡Ahí viene doña Tecla!

Doña Tecla ya no es joven
ni menos una beldad,
pero es más presuntuosa
que un joven pavo real.
Y aunque su vista provoque
frecuentes maledicencias,
se consuela con que digan:
¡Ahí viene doña Tecla!

A la misa llega siempre
después del santo Evangelio,
pero siempre se coloca
al lado del presbiterio,
porque quiere que hasta el cura
fije sus ojos en ella
y anuncie a todos los santos
¡Ahí viene doña Tecla!

Doña Tecla desafina,
cuando acude a los conciertos,
porque siempre llega tarde
y taconeando recio.
El Director se enfurece
y el público la sisea.
Mas ¡qué importa!, si ya ha dicho:
¡Ahí viene doña Tecla!

Siempre llega a los banquetes
allá, por el tercer plato,
dándose mas importancia
que una Reina en un sarao.
Los comensales zumbones
hacen chistes a su cuenta,
pero ya todos dijeron:
¡Ahí viene doña Tecla!

En la oscuridad del cine,
para buscar un asiento,
usa un foco más potente
que el mejor faro de un puerto.
Así, los espectadores,
al conocer su linterna,
dicen unánimemente:
¡Ahí viene doña Tecla!

Y en las corridas de toros,
llega a mitad de la lidia,
para llamar la atención
incluso de las cuadrillas.
Por supuesto, es recibida
con más de una cuchufleta,
pero ya exclamaron todos:
¡Ahí viene doña Tecla!

En fin, señores, yo espero
que hasta en el Juicio Final,
llegue tarde doña Tecla
al Valle de Josafat,
creyéndose que al callar
la fatídica trompeta,
aún le va a gritar la gente:
¡Ahí viene doña Tecla!

México D. F., 11 de Mayo de 1954


XII


LO QUE INSTRUYEN LOS VIAJES

Don Panfilo fue un granjero
del meridiano setenta,
que amasó una gran fortuna,
vendiendo carne y manteca.

Su instrucción rudimentaria
tan solo se reducía
a leer y escribir cartas
con faltas de ortografía.

También sabía contar,
es claro, porque sin eso
no es fácil hacerse rico
ni a un notario ni a un granjero.

Un día leyó un anuncio
de una agencia de turismo,
que por solo seis mil dólares,
ofrecía un gran circuito:

Londres, París y Lisboa,
Sevilla, Mallorca y Niza,
Roma, Nápoles y Atenas,
El Cairo y Alejandría.

"Instrúyase por los viajes"
era el lema de la Agencia,
ofreciendo a los turistas
un baño turco de ciencia.

Y el granjero calculó
que por todo aquel dinero,
podría adquirir quintales
de ricos conocimientos.

Así, pues, se decidió
a subir a un transatlántico
que lo llevó de New-York
al fin del Mediterráneo.

Mas no bien pisó Europa,
se dio cuenta de su error,
al ver que nada aprendía
de lo que se imaginó.

Pues ¿qué es lo que le enseñaban...?
Siempre castillos y templos,
pinturas, ruinas y estatuas.
¿Para qué servía aquello..?

Y oyendo hablar a los guías
del gótico y del barroco,
de Rubens, Vinci y Praxíteles,
sentenció que estaban locos.

Y ¡tanto!, pues, en París,
¿a admirar no lo llevaron,
como una gran maravilla,
a una señora sin brazos…?

En vano se le explicó
que era la Venus de Milo.
Don Pánfilo replicó:
"¿Pero dónde tiene el mirlo…?"

En Roma lo detuvieron
delante del Coliseo
y preguntó si sus ruinas
no eran de algún bombardeo...!

Y ante el Partenón de Atenas,
dijo a un griego que por qué
no descombraban aquello
y hacían un cabaret..!

Al fin, renunció a los guías
y a todas sus enseñanzas,
para visitar él solo
bares, garitos y playas.

Una manera que don Pánfilo
acabó al fin su excursión,
sin adquirir con sus dólares
ni un gramo de ilustración.

Cuando regresó a su tierra,
sus hijos le preguntaron:
"Cuéntanos, padre: ¿aprendiste
muchas cosas allá abajo..?

"- Pues..., muy pocas, rezongó,
rascándose la pelambre.
Pero yo sé que don Pánfilo
aprendió una importante:

y es que el que intenta instruirse,
en plan de turista inculto,
pierde el tiempo y el dinero,
pues regresa igual de bruto...

México D. F., 5 de Mayo de 1954.

 XIV

CELEDONIO EL FLOJO

Era Cele un camarero
de un café de mala muerte,
que en vez de sangre, en las venas,
tenía café con leche.

Así, pues, no es de extrañar
que el pobrecito sufriera,
con esa savia vital,
de permanente flojera.

¡Ah!, qué flojito, qué flojo
era el pobre Celedonio!

Tan cansado nació ya
que del vientre de su madre,
extrajéronlo con forceps,
por su inercia de cadáver.

Y luego hubo que criarlo
con leche de biberón,
porque ni esfuerzos hacía
para chupar el pezón.

¡Ah!, qué flojito, qué flojo
era el pobre Celedonio!

De su infancia se pasó
la mayor parte durmiendo,
lo mismo que una marmota,
que no despierta en invierno.

Y ya tenía diez años,
cuando su madre aún le daba,
igual que a un niño sin dientes,
la comida a cucharadas.

¡Ah!, qué flojito, qué flojo
era el pobre Celedonio!

Nunca a la escuela acudió,
por no poder recorrer
sin cansarse los cien metros
de distancia del plantel;

ni menos, cargar a cuestas
con los cuadernos y libros,
que pesaban a lo sumo
unos tres cuartos de kilo.

¡Ah!, qué flojito, qué flojo
era el pobre Celedonio!

Ya bien crecidito entró
de sirviente en un café,
que, por su escasa clientela,
daba muy poco quehacer.

Mas cuando algún parroquiano,
por allí se descolgaba,
antes de que le sirviera,
le había salido barba.

¡Ah!, qué flojito, qué flojo
era el pobre Celedonio!

Llegó a dejarse casar,
por falta de resistencia,
con una fea chaparra,
picadita de viruelas.

Mas para ahorrarse el esfuerzo
de tener que engendra hijos,
todos los días del año,
dormía solo y vestido.

¡Ah!, qué flojito, qué flojo
era el pobre Celedonio!

Al trabajo no acudía,
cuando llovía o nevaba,
soplaba el viento muy fuerte
o mucho el sol calentaba.

Y las horas se pasaba,
tumbado sobre un jergón,
bien roncando como un puerco
o bien tragando alcohol.

¡Ah!, qué flojito, qué flojo
era el pobre Celedonio!

Por fin, un día se ahogó,
al caerse en una acequia,
porque, para levantarse,
no quiso emplear sus fuerzas.

Y al infierno no bajó
ni subió tampoco al cielo,
porque de pura flojera,
se dejó caer en medio.

¡Ah!, qué flojito, qué flojo
era el pobre Celedonio!

México D. F., 15 de Mayo de 1954



XV

LUCILA LA FILOSOFA

En mis tiempos de estudiante,
conocía a una joven bella,
matriculada en los cursos
de Filosofía y Letras.

Rubia, elegante y coqueta,
de tipo y de rostro hermosos,
era capaz con sus gracias
de trastornar a un filósofo.

La señorita Lucila
- pues ostentaba este nombre -,
hechizaba por igual
a alumnos y a profesores,

Ya que era además simpática
y de ingenio chispeante,
y a clase siempre llegaba,
en un Hispano flamante.

Lo que nadie se explicaba
es por qué tal señorita
quería precisamente
estudiar Filosofía.

Estudiar... es un decir,
pues nada le interesaban
en verdad Platón ni Hegel,
descartes ni la Escolástica.

Con su gracejo andaluz,
hacía chistes malignos
sobre la simple aprehensión,
el juicio y los silogismos.

Y se burlaba de Kant,
que nunca a formar llegó
ningún juicio a posteriori,
en lo que toca al amor.

La única asignatura
que parecía importarle,
era la Estética, a cargo
de un profesor elegante.

Los temas de la Belleza,
del Arte y sus expresiones,
le daban siempre ocasión
de animadas discusiones.

Y hablaba de las ideas
de Croce, Vischer y Lange,
como quien habla de alhajas,
de perfumes y de trajes.

Mas no obstante esta afición
de la joven caprichosa,
nadie creyó que Lucila
llegaría a ser filósofa.

Y menos, cuando la vieron
abandonar la carrera,
y olvidarse para siempre,
de los problemas de Estética.

Pero las damas poseen
maravillosos secretos,
para lograr lo que quieren,
sin hacer grandes esfuerzos.

Y la elegante Lucila
a filósofa llegó,
sin volver más a las aulas
ni estudiar una lección.

¿Cómo...? Enamoró al Maestro
de Estética, guapo y joven,
y se convirtió de pronto
en filósofa-consorte.

México D. F., 9 de Abril de 1954

XVI

UNA ESCLAVA DE LA MODA

Doña Odette Cachiporra,
francesa de Peralvillo,
era la esclava más dócil
de la moda y los modistos.
Todas las extravagancias
de New-York, París y Londres
seguía a ciegas, diciendo:
"Oh-là-là! Mais c´est la mode!" (1)

Hija mimada de un rico
traficante de mezcal,
tomado había, de joven,
lecciones en el I.F.A.L.(2)
y, aunque no progresó mucho
en la lengua de Brantôme, (3)
aprendió a decir, al menos:
"Oh-là-là! Mais c´est la mode!"

Y por seguirla, dispuesta
estaba siempre, lo mismo
a taparse hasta los pies
que a mostrar hasta el ombligo.

Naturalmente excusaba
todas sus aberraciones,
con el manido estribillo:
"Oh-là-là!" Mais c´est la mode"

Un día salió a la calle
con dos relojes, colgando
de sus frágiles orejas,
que se rasgaron sangrando;
y al galeno, qué, al curarla,
la atrocidad reprochóle,
replicó tranquilamente:
"Oh-là-là! Mais c´est la mode!"

Otro día, paseóse
por la Alameda Central,
arrastrando una brillante
cola de pavo real;
y a un "pelao" desvergonzado,
que un jitomate arrojóle,
le grito olímpicamente:
¡"Oh-là-là!! Mais c´est la mode!"

Un "perruquier" (4) introdujo
el peinado de seis pisos,
adornado con cebollas,
ajos, chiles y mariscos;
pero a Odette, de un bocado,
le volcó un mulo la torre,
y ella explicó al animal:
"Oh-là-là! Mais c´est la mode!"

Otra vez, estuvo en boga
el vestido de canguro,
y en su "marsupia"(5) metió
Odettte un perro lanudo;
pero, al ver una perrita
linda, el can alborotóse,
y ella lo calmó, exclamando:
"Oh-là-là! Mais c´est la mode!"

Un sombrerero inventó
un grotesco "eneacornio" (6),
y Odette salió con él,
provocando enorme asombro.
- "¿Para quién son tantos cuernos..?",
un lépero interrogóle;
y ella repuso impertérrita:
"Oh-là-là! Mais c´est la mode!"

Finalmente, un perfumista
lanzó un aroma bromhídrico,
que hedía más que un montón
de cadáveres podridos.
Naturalmente con él
doña Odette envenenóse;
más fue su postrer suspiro:
"Oh-là-là! Mais c´est la mode!"

(1) ¡Caray! ¡Pero si es la moda!
(2) Instituto Francés de América Latina, en Nazas 43. México D. F.
(3) Mordaz escritor francés (1535-1614).
(4) Peluquero francés.
(5) Bolsa maternal de los didelfos.
(6) Sombrero de nueve cuernos.

México D. F., 14 de abril de 1973


XVIII

LAS CHULETAS DE GABRIEL

Gabriel era un estudiante
de los de ese eterno tipo,
que solo tienen de tales
el nombre y algunos libros.

Simpático y desenvuelto,
travieso y de ingenio agudo,
era el primero en los juegos
y el último en los estudios.

Ejecutaba proezas
con los tacos de billar;
mas nunca tomó en sus manos
una escuadra ni un compás.

En el béisbol decidía
las victorias de su equipo;
mas jamás aprendió a usar
las tablas de logarítmos.

Y conociendo al dedillo
a las estrellas de cine,
nunca supo quiénes fueron
Platón, César ni Pericles.

Anduvo siempre rodando
de uno en otro colegio,
en todos constituyendo
el terror de los prefectos.

Y, claro está, si algún curso
aprobaba en ocasiones,
solo era por las chuletas
que preparaba a montones,

pues abastecía de ellas
a otros muchos estudiantes
sacándoles las pesetas
en la época de exámenes.

Tan experto chuletero
llegó a ser que era capaz
de copiar toda la Química
en un papel de fumar.

Y así, con años y trampas,
terminó el bachillerato
y hasta consiguió más tarde
el título de abogado.

Por supuesto, un abogado
que ni redactar sabía
una carta familiar,
sin faltas de ortografía.

De manera que su título
solamente le sirvió,
para hacer más el ridículo,
doquiera que lo exhibió.

Por lo cual fue dando tumbos
por las sendas de la vida,
arrepentido - ¡ay! , ya tarde -
de su juventud perdida.

Incluso una novia rica
lo plantó, no sin salero,
diciéndole que sus "hastas"
sin hache le daban miedo.

Un buen día se topó
con un antiguo colega
que, por sus serios estudios,
estaba haciendo carrera;

y al quejársele Gabriel
de su situación precaria,
le dijo aquél, recordando
con crueldad sus viejas mañas:

¿Y por qué no te dedicas
al negocio de otra época..?
- ¿Cual…? - le repuso Gabriel,.
- Rediez, al de las chuletas...

México, 20 de Marzo de 1954



XIX

UN PUBLICISTA INGENIOSO

En cierto país de América,
una empresa poderosa
lanzó una vez un refresco,
llamado la Gatocola.

No es que entrara en tal bebida
jugo de cola de gato,
aunque todo puede entrar
en esta clase de hidratos.

Es que "gateau" significa
pastel, en lengua francesa,
y la mujer del gerente
era gala y pastelera.

Como los competidores
eran legión bien armada,
la empresa tuvo que hacer
una intensa propaganda:

anuncios en los periódicos,
cortos en televisión,
grandes gritos en la radio
y letreros de neón.

Un galeno sin escrúpulos
dio un dictamen estupendo,
acerca de las virtudes
del novísimo refresco:

purificaba la sangre,
regulaba el embarazo,
combatía la dispepsia
y hasta ablandaba los callos.

Mas pese a tanto reclamo
y pese a tanta excelencia,
no bebían Gatocola
ni siquiera las porteras.

La empresa ya no sabía
a qué santo encomendarse,
para lograr que su cola
al fin de una vez pegase.

Incluso les pidió autógrafos,
con su recomendación,
a Silvana Pampanini,
a Picasso y a Charlot.

Y a Mac-Arthur regaló
seis vagones de botellas,
con destino a los soldados,
que luchaban en Corea.

Pero en balde, pues ni a tiros
pegaba la Gatocola.
El gerente tuvo entonces
una idea salvadora.

Y fue la de contratar
a un experto de Manhattan,
que pasaba por un genio,
en cuestión de propaganda.

Llegó el experto al país,
visitó algunas iglesias,
golpeóse la nariz
y concluyó: ¡Eureka!

Así, pues, al otro día,
buscó al gerente y le dijo:
- "Podría darme una carta
para el señor Arzobispo…?

De presentación, es claro.
-¿Cómo no..? - Y el mismo día
el experto de Manhattan
obtuvo audiencia en la Mitra.

Después de las cortesías
de rigor, habló el experto:
" - Nuestra empresa, Monseñor,
quiere secundar su celo...

- Muy bien. - Sabemos los gastos
de la nueva catedral,
y contribuir queremos
con una cuota mensual.

- Dios se lo pague, señores.
- Mas... a su vez, Monseñor,
¿no podría usted hacernos
un minúsculo favor..?

- ¿Cuál..? - Que diga vuestro clero
en sus misas, a diario,
en lugar de "Orate, fratres",
"Tomad Gatocola, hermanos"...

Atónito se quedó
el venerable Arzobispo,
pensando si aquel señor
no habría perdido el juicio.

Mas reaccionó en seguida,
y haciendo gala de humor,
al experto de Manhattan,
con calma le replicó:

"- Caballero, yo lo siento,
pero es el Sumo Pontífice
el que las innovaciones
de la liturgia decide.

Además, vuestra propuesta
entraña un serio peligro
para la reputación
de los ministros de Cristo:

y es que si la Gatocola
no gusta al fin a la gente,
¿no acusará a nuestro clero
de darle gato por liebre...?

México D. F., 6 de Mayo de 1957


XX

LOS TRABAJOS DE ENRIQUETA

Una vez fui a un ministerio
a tramitar un asunto,
que podía resolverse
en solo cinco minutos.
pero la linda empleada,
que estaba frente a la mesa,
se hallaba muy ocupada
en... leer una novela.

¡Caray!, ¡cómo trabajaba
la señorita Enriqueta!

Regresé al día siguiente
para ver si me atendía,
pues era cosa importante,
que realmente me urgía.
Mas de nuevo muy ocupada
la hallé con sus compañeras,
tratando de... bailes, novios,
vestidos, polvos y cremas.

¡Caray!, ¡cómo trabajaba
la señorita Enriqueta!

Al fin, seis días más tarde,
logré que me hiciera caso.
Era un lunes, tomó notas
Y me citó para el sábado.
En seguida, sacó un Cámel
de una fina pitillera,
y empezó a saborearlo,
con aires de satisfecha.

¡Caray!, ¡cómo trabajaba
la señorita Enriqueta!

Por supuesto, volví el sábado
a ver qué resuelto había;
y me dijo que volviera
dentro de noventa días,
pues estaba atareada
con... un frasquito en la mesa,
pintando sus largas uñas,
con barniz rojo cereza.

¡Caray!, ¡cómo trabajaba
la señorita Enriqueta!

Volví después de tres meses
sin fe, y salí de estampía,
pues más que nunca ocupada,
encontré a la señorita.
Un gomoso, con el tipo
de un amante de opereta,
estaba besuqueando
sus labios de vampiresa.

¡Caray!, ¡cómo trabajaba
la señorita Enriqueta!

Al cabo de nueve meses,
volví de nuevo a la carga,
y el gomoso aquel me dijo
que esperara aún diez semanas,
la empleada acababa
de dar a luz dos gemelas,
y hasta dentro de unos meses,
no se hallaría respuesta.

¡Caray!, ¡cómo trabajaba
la señorita Enriqueta!

México D. F., 11 de Abril de 1954


XXI

LOS APUROS DE SAN ANTONIO

No sé por qué las solteras
invocan a San Antonio
y le hacen tantas promesas
para que les halle novio,

ya que el santo franciscano
fue un solterón ejemplar
que nunca se dedicó
a agente matrimonial.

Ni entre los muchos milagros
que en su corta vida hizo,
figura el que provocase
una lluvia de maridos,

pues lluvia y hasta nevada
tendría que hacer de ellos,
si de todas las solteras
fuera a cumplir los deseos.

Sospecho que tal costumbre
nació por causa del Niño,
ya que todas ellas sueñas
con tener un día un hijo.

Mas huelga para tal fin
importunar a los cielos,
pues hallan fácil ayuda,
en este pícaro suelo.

Sea de ello lo que fuere,
el caso es que el pobre santo
tuvo al fin que apechugar
con el espinoso cargo.

¡Ahí es nada, dar esposo
a toda mujer soltera,
habiendo ¡ay! más mujeres
que hombres sobre la tierra!

De aquí los graves aprietos
en que a menudo se ve,
por tantísimas demandas,
como llegan hasta él.

En especial, si se trata
de algún barbián bien fajado,
al que todas las solteras
desean llevar al álamo.

Tal fue el caso de Juanito,
un rico y guapo mancebo,
que a San Antonio pedían
todas las mozas del pueblo.

¿A cuál, al fin, otorgárselo...?
¡Vaya difícil problema!
pues todas rivalizaban
en súplicas y en promesas.

Perplejo, el humilde Santo
recurrió al viejo San Pedro,
que como antiguo casado,
sabe más del bello sexo.

Y San Pedro a San Antonio
dijo con aire zumbón:
- "¿De que te apuras, hermano,
si es obvia la solución?

¿De manera que a Juanito
quieren todas enganchar...?
Pues ... para dar gusto a todas,...
que se convierta en Don Juan...

Tehuacán, 27 de Abril de 1954


XXII

LA LINTERNA DE DIOGENES

Fue Diógenes un filósofo
de la antigua escuela cínica,
que, hace veinticuatro siglos,
por el Ática bullía.

Enseñaba que el bien sumo
solo en la virtud se asienta,
la cual consiste en vivir
según la Naturaleza.

Y para dar un ejemplo
de la vida natural,
su existencia organizó
del modo más singular.

Despreciaba las riquezas,
y tan solo poseía
una capa, unas alforjas,
un tonel y una escudilla.

Pero al ver un día a un niño,
que, en el hueco de la mano,
bebía agua de la fuente,
rompió su taza en pedazos.

Su morada era el tonel,
pues decía que la casa
es una cárcel de hombres,
inventada por las damas;

Y andaba siempre descalzo,
incluso en tiempo de nieves,
juzgando que los zapatos
son trucos de mercaderes.

Ponía en solfa a los ricos,
a hierofantes y arcontes,
como a estúpidos esclavos
de sus riquezas y honores;

(Se me olvidaba anotar
que entre la fauna antropoide
del país del darwinista,
privaban los bravucones).

Y aún más, los forajidos
que por la noche, en las calles
dejaban al transeunte
como lo parió su madre.

- "¿Guardas aún la linterna...?,
repuso el interpelado;
"pues podemos ir allá,
si es que quieres comprobarlo."

- "De acuerdo", le dijo Diógenes.
Y burlando a los sabuesos
del compadre Satanás,
se escaparon del infierno.

Ya en su tierra, el darwinista
se fue a ver si sus discípulos
habían al fin hallado
el eslabón con los simios;

mientras que el bohemio griego
se marchó a los barrios bajos,
a ver si, como decían,
los hombres eran tan machos.

Mas no pudo comprobarlo
porque en aquellas callejas
no le tocó presenciar
ninguna grave reyerta.

Con que al otro día, halló
el darwinista al heleno,
husmeando ansiosamente
por un mercaducho infecto.

- "Pero, ¿qué buscas aquí..?,
le espetó con extrañeza.
Y Diógenes rezongó:
"Recuperad mi linterna..!"


XXIII

HUMORADA

EL ULTIMO SUSPIRO DE DON SAMUEL

En el popular mercado
del barrio de la Merced,
vendía bisutería
el semita don Samuel:

collares, anillos, broches,
pendientes, rosarios, perlas,
medallas y camafeos,
brazaletes y pulseras.

Muchas de estas mercancías
las compraba en los remates
de sus colegas en quiebra,
ya de verdad, ya de fraude.

Otras eran procedentes
de los hurtos de rateros,
a quienes se las pagaba,
a un décimo de su precio.

Y las demás eran obra
de industriosas destajistas
con piezas de contrabando,
del extranjero traídas.

Por supuesto, a las obreras
que para él trabajaban,
la paga les encogía
y la faena estiraba.

Y saldaba sus adeudos,
con calculado retraso,
y hasta con cheques sin fondos,
en algún banco lejano.

De manera que sus costos
de producción habituales
eran cuatrocientas veces
más bajos que los normales.

completaba sus ganancias
de productor sin escrúpulos,
con las de astuto tendero
solamente atento al lucro.

No tenía precios fijos,
y pedía más o menos,
examinando al cliente
que llegaba a su comercio.

Si daba señales de
no ser buen conocedor,
le decuplicaba el precio,
sin más averiguación.

Si era persona entendida
y se trajeaba bien,
solamente le aumentaba
un diecisiete por cien.

Y si era una gringa ingenua,
que ignoraba el español,
le vaciaba la cartera,
igual que cualquier hampón.

Claro está, con tan "honesta"
conducta de mercader,
amasó una gran fortuna
el semita don Samuel.

Y era un hombre respetado,
dentro de los de su gremio,
y hasta otorgaba un diploma
la Cámara de Comercio.

Mas como el oro no sirve
para comprar a la Muerte,
ésta presentóse un día
y decidió de su suerte.

Sus hijos y su mujer
rodeáronlo en tal trance,
con impaciencia esperando
que, al fin, la pata estirase,

pues el viejo era un avaro,
que, atados a su comercio,
los traía siempre a todos,
como a una cadena, un perro.

- "Samuel, aquí estamos todos",
le dijo ella, con voz trémula.
Y él, irguiéndose, repuso:
- ¿Y QUIÉN ATIENDE LA TIENDA..?

Y expiró, a continuación,
de congoja, don Samuel,
olvidándole bien pronto
el barrio de la Merced.

México D. F., 3 de enero de 1971


XXIV

La coqueta Julieta y el indio de Tzin-Tzun-Tzán

TRAGEDIA MINIFALDERA

Con su cara de muñeca
y su atuendo indumental,
va alborotando Julieta
las calles de la ciudad.

¡Oh! ¡qué mona está Julieta,
con su "mini" de tergal!

Tiene los cabellos rubios
y los ojos verde mar,
y un garbo de pasodoble
en su saleroso andar.

¡Oh! ¡qué mona está Julieta,
con su "mini" de tergal!

Toda la ropa que lleva,
cabe en un sobre postal,
excluyendo sus zapatos
- y su bolso- , claro está.

¡Oh! ¡qué mona está Julieta,
con su "mini" de tergal!

Y por supuesto, enseñando
a los transeuntes va,
más que todos los Doctores
que hay en la Universidad.

¡Oh! ¡qué mona está Julieta,
con su "mini" de tergal!

Naturalmente, su paso
provoca una tempestad
de pasiones sublevadas,
con un furor de huracán..

¡Oh! ¡qué mona está Julieta,
con su "mini" de tergal!

Cuando por la Zona Rosa,
su tipo exhibe juncal,
las melenas y pelucas
erízanse por igual.

¡Oh! ¡qué mona está Julieta,
con su "mini" de tergal!

Mas como ahora los jóvenes
no saben piropear,
unos silban a su paso
y otros se ponen a aullar.

¡Oh! ¡qué mona está Julieta,
con su "mini" de tergal!

En cambio, Juárez le dice,
en la Alameda Central:
- ¡Olé el garbo de las hijas
de la Gran Tenochtitlán!

¡Oh! ¡qué mona está Julieta,
con su "mini" de tergal!

Mas nunca para una mona,
falta un chango tropical,
dispuesto a caerle encima
y su tipo estropear.

¡Oh! ¡qué mona está Julieta,
con su "mini" de tergal!

Y en la Avenida de Juárez,
junto a San Juan de Letrán,
le sale al paso un indito,
llegado de Tzin-tzun-tzán.

¡Oh! ¡qué mona está Julieta,
con su "mini" de tergal!

El indio lleva un puchero
con chile, mole y mezcal,
sin ninguna tapadera
y lleno hasta rebosar.

¡Oh! ¡qué mona está Julieta,
con su "mini" de tergal!

Y con ella topa el indio,
al ir la esquina a doblar,
volcándole todo el pote
de fragancia estercoral.

¡Oh! ¡qué mona está Julieta,
con su "mini" de tergal!

La joven, horrorizada,
rompe al instante a llorar,
creyéndose convertida
en un ave de corral.

¡Ay! ¡cómo ha puesto a Julieta
el chango de Tzin-tzun-tzan!

México D. F.,  1 de mayo de 1973



XXV

DON LEONCIO EL AHORRADOR

Era don Leoncio un viejo
de míseras apariencias,
que ocultaban a un burgués
de pingües fincas y rentas.

En su juventud, fue mozo
de una tienda de bebidas
durmiendo en el mostrador
y nutriéndose de migas.

Y allí fue donde contrajo
sus hábitos frugalísimos,
que ya no lo abandonaron,
al hacerse un hombre rico.

No cenaba por las noches;
pues, según dice el refrán,
"de grandes cenas las tumbas
abarrotadas están."

Y al mediodía comía
en un bar de tres al cuarto,
"a fin de contraer,
dilataciones de estómago."

Habitaba en un cuartucho
sin luz ni ventilación,
"para no gastar la vista
ni fatigar el pulmón;"

y se ahorraba la fámula,
zurciendo sus calcetines,
lavándose las camisas
y asesinando los chinches.

Jamás usaba corbata
ni siquiera calzoncillos,
por estimar que "esos lujos
son propios de señoritos;"

y se limpiaba los mocos
con pedazos de papel,
que cogía en los retretes
de cantinas y cafés.

Jamás tomaba un tranvía
ni a un autobús se subió
porque "Dios, que es sapientísimo,
hizo al hombre peatón,"

y nunca tampoco entró
en un teatro ni cine,
pues "la vida más higiénica
es la vida al aire libre."

Huelga decir que no tuvo
jamás amante ni esposa,
pues decía que mujer
significa "bancarrota".

Y solo y abandonado,
murió al fin en su covacha,
envenenado con queso
lo mismo que una vil rata.

Heredó su gran fortuna
un sobrino borrachón
que la derrochó en tres años
en mujeres y alcohol.

Y para acabar la triste
historia de don Leoncio,
al morir, fue condenado
a un siglo de Purgatorio.

- "¿Por avaro...?" - balbució,
al escuchar su sentencia.
Y San Miguel le aclaró:
- "No, don Leoncio. ¡Por bestia...!"

México D. F., 2 de Septiembre de 1954


XXVI

UNA BARONESA DE OPERETA

La elegante Baronesa
Isabel de Pamperlín
fue la mujer más activa
que en mi vida conocí.

¿Quieren saber el empleo
que la linda Baronesa
daba a las horas del día,
salvo variantes ligeras?

Se levantaba a las once;
pues eso de madrugar
es solo cosa del vulgo
espeso y municipal.

De once a doce, el masajista,
manicuro y peluquero;
pues solo quería hombres
para cuidar de su cuerpo.

De doce a las doce y media,
el desayuno, y lectura
de la crónica social,
entre sonrisas y burlas.

De doce y media a la una,
la misa; pues la señora
era de la cofradía
de Damas Reparadoras.

De una a dos, equitación,
en compañía de un Conde,
que montaba con soltura
desde la jaca al bisonte.

De tres a cuatro, comida
en un club aristrocrático,
con suculento menú
y vinos seleccionados.

De cuatro a cinco, reposo,
tendida sobre cojines,
oyendo música frívola
y fumando en un narguile.

De cinco a seis, el florete,
con un profesor de esgrima,
especialista en asaltos
a las gracias femeninas.

De seis a nueve, visitas,
paseos por las afueras,
bridge, rendez-vous o cine
o thes de beneficencia.

Y de nueve en adelante,
cena en las "Boîtes de nuite",
con champán, baile y ... la suite,
hasta marcharse a dormir.

¿Qué tal?; ¿No eran laboriosas
realmente las jornadas
de la elegante Isabel
crema de la aristocracia..?

¿Y el marido..?  ¿En qué empleaba
el Barón de Pamperlin
las horas que ella ocupaba,
de una manera tan "chic"..?

Pues... como esposo honorario,
o más bien, decorativo,
andaba entre los venados
y daba alpiste a los mirlos...

México D. F., 4 de Abril de 1954



XXVII

FELICITACIONES


A mi distinguida paisana, señora Catalina Díaz Martínez,
al cumplir los sesenta y nueve años.

No es costumbre, señora,
que en este mundo necio,
cante ningún poeta
a una mujer del pueblo.

Los poetas románticos
cantan a las artistas,
a las Marquesas pálidas
o a las jóvenes lindas;

y los vates venales
celebran a las hembras,
que juegan a canasta
y gastan seda y perlas.

Pero yo, que soy hijo
de una mujer del pueblo,
elogio a sus mujeres
de honor y de provecho.

¿Que no suelen ser cultas
ni elegantes..? Mas saben
ser honradas esposas
y madres ejemplares.

¿Que no entienden de arte,
de novelas ni modas..?
Pero guisan y barren
y nos limpian la ropa.

Y además, son capaces
de inmensos sacrificios,
si de sacar se trata
adelante a sus hijos.

Igual que usted, señora,
que en España y aquí,
con tesón ha sabido
trabajar y sufrir.

A todas esas hembras
peripuestas y lindas,
quisiera yo haber visto
en su situación crítica:

a ver si eran capaces,
igual que usted lo ha sido,
de criar sin riquezas
y sola a nueve hijos.

Por eso muy gustoso,
le dedico este canto,
al celebrar a un tiempo
su Santo y cumpleaños.

Y además, porque veo
en usted reflejada
la estampa de las nobles
mujeres de Navarra.

¡Ojalá viva aún
muchos años dichosa,
con sus hijos y nietos,
que con razón la adoran!

Es lo que en este instante,
de todo corazón,
recordando a mi madre,
yo le suplico a Dios.

México, 25 de Noviembre de 1955


 XXVIII

UN PERFECTO GENTILHOMBRE

No creo que haya existido
gentilhombre más exacto,
más pulcro y ceremonioso
que el Conde Palo Alto.

Todos los actos del día
y hasta sus menores gestos,
los tenía sometidos
a un severo reglamento.

Se acostaba y levantaba,
se paseaba y comía,
y hasta exoneraba el vientre
a las mismas horas fijas.

Era como esos relojes
en los que el cuclillo asoma
y exclama: " ¡Cu-cu, cu-cu!",
en cuanto suena una hora.

Ninguno lo vio jamás,
dentro de su misma casa,
bien en mangas de camisa,
bien en pijama o en bata.

Y nunca toleró en ella
una colilla en el suelo,
un libro sobre una silla,
o un pelillo en un espejo…

Siempre a la calle salía,
con un impecable traje,
sin olvidar su monóculo,
sombrero, bastón y guantes.

Y a todo el mundo trataba
cumplidamente de usted,
sin exceptuar a sus hijos,
ni siquiera a su mujer.

Controlaba de tal modo
los músculos de su cara,
que ninguno vio jamás
que su frente se arrugara.

Y ya podía enterarse
del más grave notición,
que nunca manifestaba
la más ligera emoción.

A tal extremo llevaba
la compostura de gestos
que en el water se ponía
unos guantes de partero.

Y jamás en las comidas,
ni alimentos ni licores
rozaron un solo pelo
de su cuidado bigote.

Para besar a su esposa,
llegado que era el momento,
se cepillaba los dientes
y perfumaba el aliento.

Y al acostarse, decíale,
con toda solemnidad:
Jem  ¿Señora compartir puedo
el tálamo conyugal?

Toda la vida del Conde
fue una estricta ceremonia,
en la que no dio jamás
una discordante nota.

Y ya en la misma agonía,
ordenó que lo vistieran,
para salir de este mundo,
de rigurosa etiqueta.

Tehuacán, 23 de Abril de 1954


XXIX

EL SABIO DE... CAFE

Acudía al "Torreblanca",
café de cierto postín,
el más pedante individuo,
que en mi vida conocí.

Sabido es que en los cafés,
abundan los eruditos,
que hablan del cielo y la tierra,
aunque nunca han visto un libro.

Don Tito -así se llamaba
nuestro omnisciente sujeto-
era miope como un topo
y ancho, como un paquidermo.

Por miope, llevaba lentes
con montura de carey,
que le daban la apariencia
de un gran Doctor de la Ley;

y por grueso, se creía
un Pontífice Romano,
que "ex cathedra" se dirige
a todo el género humano.

Claro es que no era su cátedra
igual que la de San Pedro,
pues no gastan los cafés
sillones de terciopelo.

Pero, en cambio, desde allí,
don Tito dogmatizaba,
no solo "de fide et moribus",
sino "de omni re humana."

¿Que se trataba de toros..?
El entendía de cuernos
más que Gaona y Belmonte,
y los maridos mas tuertos.

¿Era cuestión de deportes..?
El sabía de patadas,
golpes directos y bajos,
más que los más brutos guardias.

Y no hablemos de política,
pues a su lado, Trajano,
Luis Catorce y Pedro el Grande
fueron unos pobres diablos.

A veces, osaba incluso
disertar de ciencias y artes,
soltando con todo aplomo
los mayores disparates.

Mas, ¿quién le contradecía..?,
pues a falta de razón,
tenía unos fuertes puños
y un enorme vozarrón.

Y como, según la Biblia,
son infinitos los necios,
no faltaban papanatas
que lo tomaban en serio.

Por lo que no es de extrañar
que la clientela iletrada
diera el alias a don Tito
de "el sabio del Torreblanca".

Con todo, había una cosa,
que ignoraba nuestro docto.
Y es que su querida esposa,
con la ayuda de un buen mozo,

en secreto le tejía
un gran adorno frontal,
en señal de admiración
por su genio universal...

México D. F., 12 de Octubre de 1954


XXX

CUENTO TRISTE

Al niño Perseo Maíllo, al cumplir dos años.

Ven a mis brazos, Perseo.
¿Sabes que hoy cumples dos años..?
Te voy a contar un cuento,
tan real como dramático.

Este era un niño rubito,
tan travieso y tan guapito
Como tú.
Eran de oro sus cabellos,
y era de rosa su cuerpo,
y de tul.

Vivía en un cuchitril,
muy lejos de su país
y su padre.
Era un hijo del exilio,
sin más cariño ni auxilio
que su madre.

Era su mamá morena,
y era joven, bella y buena,
como un hada.
Por su niñito de rosa,
día y noche, triste y sola,
trabajaba.

En un puerto peligroso,
bregaba también su esposo
bravamente.
Era un diario combate
con la fatiga y el hambre
y la muerte.

Mas nada le atormentaba
como la ausencia forzada
de los suyos.
Por besarlos un instante,
hubiera dado su sangre
muy a gusto.

Una noche de Febrero,
salió a contemplar el cielo
junto al mar.
Cumplía el niño dos años
y el no podía mirarlo
ni besar.

La vista en Perseo fija,
sobre una roca bravía
se durmió;
y tuvo en seguida un sueño
tan deslumbrante y tan bello
como el sol.

Soñó el triste que Perseo
le prestaba unos momentos
su Pegaso,
y que cortando los aires,
iba a dar al tierno infante
un abrazo.

Soñó que a su madre y a hijo
con frenético cariño
los besaba,
y que el destierro y la guerra,
la distancia y la miseria
se acababan.

Pero al ruido de las olas
y al frío de aquella roca,
despertó;
y al ver el vacío en torno,
una lágrima a sus ojos
asomó.

¡Pobre padre!, que no pudo
abrazar al hijo suyo
más que en sueños,

y cuyas dolientes quejas
ahogaron las olas fieras
y los vientos.

Ven a mis brazos, Perseo.
¿Sabes que hoy cumples dos años?
Ven, que yo te de los besos
con que tu padre ha soñado.

Les Salelles, 160 G.T.E., 19 de Febrero de 1943.

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