BIOGRAFIA


AUTOBIOGRAFÍA

Revista Fitero-84 (Ayuntamiento de Fitero, Navarra)


NACIMIENTO E INFANCIA ESCOLAR

Nací en Fitero, el 10 de enero de 1902, en la casa número 10, ya desaparecida, de la calle Lejalde. Fueron mis padres Elías García Gómara y Juliana Sesma Aguirrebeitia, y fui bautizado por el coadjutor de la Parroquia, don Antonio Vergara, siendo mis padrinos Hilario Yanguas y Marcelina Latorre. Mi primer maestro fui mi abuelo materno, Inocente Sesma, quien me enseñó a leer antes de ingresar en la Escuela de Párvulos de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, dirigida por la Hermana Antonia Navarro. De allí pasé a la Escuela Primaria, regida por don Blas Bozal, siendo mi último maestro don Balbino Pérez Ortiz. Obtuve todos los cursos uno de los primeros premios, los cuales consistían en libros piadosos, repartidos solemnemente en el Ayuntamiento.

BOTONES DEL BAÑO NUEVO.

Lo fui en el verano de 1911, siendo administrador don Alberto Pelairea, un personaje muy célebre, en aquella época, por su actividad literaria y cultural. En los Balnearios, me pasé la mayor parte del tiempo leyendo las novelas de la Biblioteca. Las camareras me trataban con cariño y, de vez en cuando, al salir del comedor de segunda, me daban, a escondidas, una garra de pollo, que devoraba a continuación en el retrete inmediato del Pasillo del Obispo, y como actuaba también de monaguillo, me regalaba asimismo, más de una vez, en la sacristía, con un piscolabis de vino rancio.

SEMINARISTA EN TUDELA

Yo tenía gran afición al estudio, pero mis padres carecían de recursos para costearme una carrera. Entonces, previo examen, obtuvo una beca, para seguir la de sacerdote, en el Seminario Conciliar de Tudela. De aquella época data mi amistad con don José María García Lahiguera, fiterano, obispo y fundador, posteriormente, de la Congregación de las Oblatas. D. José María prologaría mi libro "La Iglesia Cisterciense de Fitero".

Obtuve en todos los cursos y en todas las asignaturas, la calificación de meritissimus (sobresaliente) y premio extraordinario (Laureatus o Accesit). Sentí algún tiempo vocación de sacerdote, pero, por una parte, mis lecturas particulares: bíblicas, patrísticas, históricas, etc., y, por otra, la efervescencia liberal de Tudela, en la época mendezviguista, así como la agitación obrera en las principales ciudades de España, empezaron a formarme una conciencia progresista, cada vez más alejada de la mentalidad predominante entre el clero navarro; por lo que, antes de ordenarme, abandoné el Seminario.

AFICIÓN PERIODÍSTICA.

Estudiando todavía en Tudela, me inicié en el periodismo, colaborando en el semanario local, EL PORVENIR AGRÍCOLA, con el anagrama de Angel Amuraci; pero se enteró el Rector, don Angel Castillejo, y me lo prohibió. Más tarde, al salir del Seminario, lo hice con mi nombre propio, en el mismo periódico, y posteriormente, en EL RIBEREÑO NAVARRO, con el seudónimo de El Caballero X. A continuación colaboré, esporádica y gratuitamente, en otros periódicos de Navarra (La Voz de Navarra), Logroño (La Rioja), Madrid, Santander, Burgos, etc., y ya en Francia, en francés, en un gran semanario de Toulouse ("L´Espagne Républicaine"). En 1922 dirigí la revista gráfica FITERO, que todavía conservan algunos vecinos.

PROFESOR EN TARAZONA.

Al dejar el Seminario, impartí clases de Latín, durante el curso de l924‑25, en el Colegio de Segunda Enseñanza que dirigía el Jefe de Telégrafos, don Bienvenido Narro. De mi estancia en aquella ciudad, aparte de mis recuerdos monumentales, guardo dos humanos: el de Pilar Cintora, una preciosa rubia, nieta de mi patrona, y el de Luis Urqui, un joven e inteligente telegrafista, que se hizo más tarde Ingeniero de Telecomunicaciones y en 1960 me lo encontré en Madrid convertido en Director Técnico de la empresa MARCONI.

EL SERVICIO MILITAR (1925- septiembre de 1926)

Me tocó cumplirlo en 1925‑26 en el IX Regimiento de Artillería Ligera, estacionado en Logroño. A los tres meses me hicieron cabo y a los seis sargento de Complemento, licenciándome a los 14 meses, como consecuencia de la disolución del Cuerpo de Artillería, que decretó el General Primo de Rivera, por la sublevación de dicha Arma en septiembre de 1926. Mi profesor en la Escuela de Complemento fue el Capitán de la 4ª Batería, don Pedro Romero, republicano, quien, más tarde, fue Diputado por Segovia en las Cortes Constituyentes de 1931, y posteriormente Director General de Ferrocarriles. Pero mi superior inmediato fue el Capitán de la 1ª Batería, don Jorge Vigón Suero‑Díaz, monárquico, quien, más tarde, fue Secretario General de RENOVACIÓN ESPAÑOLA, ascendió a General y fue Ministro de Obras Públicas en la época franquista. Todavía conservo un ejemplar de la HISTORIA DE LA CONQUISTA DE MEXICO, escrito por Antonio Solís, que me regaló el Capitán Vigón, de su biblioteca particular, al abandonar el cuartel, con esta dedicatoria: "Para el Sargento García Sesma. 6‑8‑1926. Jorge Vigón." Por aquel entonces gozaba de su estimación especial, a causa de mis artículos en el diario LA RIOJA, bajo el epígrafe general de APRECIACIONES, que se habían hecho muy populares.

MI VIDA EN MADRID (1927‑1936)

Terminado el servicio militar, me trasladé a Madrid, donde me coloqué primeramente como profesor en un Colegio libre de Segunda Enseñanza, propiedad de don Atilano García Albericio, tío carnal de los hermanos García Lahiguera. Estaba en la Costanilla de los Angeles. Con posterioridad di clases de diversas materias en otros colegios, especialmente en la Academia Regina de la Plaza de Santo Domingo, y en el Instituto Matemático de la calle de Preciados, dedicado a la preparación a ingreso en las Escuelas de Ingenieros. Entretanto hice por libre el Bachillerato, conforme al plan de 1903, terminándolo en el INSTITUTO GOYA de Madrid, y la carrera de Magisterio, que acabé en la ESCUELA NORMAL de Santander. Más tarde, en octubre de 1934[1], ingresé en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid, sacando el número 2 entre 600 aspirantes. Aún recuerdo el tema que desarrollé en el examen escrito: "La desvalorización de la vida como tema literario". A la sazón regía el Plan de 1931. Mi propósito era licenciarme y doctorarme en Filología Clásica, pero el estallido intempestivo de la Guerra Civil de 1936‑39 me lo impidió.

El período de 1927‑36 fue de una efervescencia política extraordinaria, sobre todo en Madrid, y yo no fui ajeno a ella. Escribí por entonces un libro titulado "La tesis republicana en las Constituyentes del 69", que me prologó don Niceto Alcalá Zamora, desde la Cárcel Modelo de Madrid. Pero no llegó a publicarse, porque la precipitación de los acontecimientos políticos hizo pasar su oportunidad. Proclamada ya la II República, fui vocal de la Junta Directiva del Ateneo de Madrid, bajo la presidencia de don Fernando de los Ríos y continué mi colaboración periodística.

LA CUERRA CIVIL

La hice en el Ejército de la República y, como no fui un héroe militar, me limito a  copiar el resumen de la Hoja de Servicios que me hicieron en el mando de mi Grupo de Artillería, el 15 de enero de 1939, tres días después de que, en las cercanías de Montblanch, la artillería enemiga incendiara el camión en que guardaba mi documentación personal. Conservo todavía el original, firmado por el Jefe del Grupo, Jaime Martínez; el Comisario Político, Enrique Carrau, y el Jefe de la Agrupación, Alfonso Fernández. Dice así, después de otros señalamientos personales:

"Graduación militar: Teniente de Artillería ‑ Escala: Complemento ‑ Reemplazo:1923.

En la primera quincena de noviembre de 1936, actuó de instructor del Batallón Félix Bárzana, formado por  los afiliados a la F.E.T.E. de Madrid. EI 21 del mismo mes marchó al frente, actuando desde entonces con baterías de choque, en las siguientes unidades:

I) Batería Española de la XI Brigada Móvil de la C.I., con la que tomó parte en las principales operaciones de la defensa de Madrid.

2) Primera Batería del 7,5 de Montaña, afecta a la 83 Brigada Mixta y al XIX Cuerpo de Ejército, con la que actuó en la  ofensiva contra Teruel, en diciembre del año I937.

3) Primer Grupo de Obuses W.I0.5 Campaña, con el que tomó parte en la defensa de Lérida, en las ofensivas de Sort y Balaguer y en la campaña del Ebro, desde marzo a noviembre de 1938.

4) Segundo Grupo de la 2ª Agrupación de Maniobras de la R.G.A., con el que lucha en la actualidad, en la ofensiva contra Cataluña.

Ha sido hospitalizado y operado en dos ocasiones".


EL EXILIO EN FRANCIA (1939‑1947).

Atravesé la frontera, con los restos de nuestro Grupo Artillero, por Port‑Bou, el 9 de febrero de 1939, y permanecí en el país vecino hasta el 23‑V11‑1947, es decir, ocho años y medio. Pasé por cuatro Campos de Concentración: Saint‑Cyprien (P.O.), Gurs (B.P.), Argelès‑sur‑Mer (P.O.) y el Lager Franco de Hennebont (Morbihan). Estuve enrolado forzosamente en dos Compañías o Grupos de Trabajadores Extranjeros, al servicio de los franceses: la 184 C.T.E., en la Plaine de Champagne (M. et L.) y en el 160 G.T.E., en Saint‑Maurice‑d'lbie (Ardèche). Por añadidura, hube después de trabajar forzosamente al servicio de los alemanes, en Lorient (Bretagne), en Bernay, Dieppe y Esclavelles (Normandie), y en Saint‑Cyr‑en-Bourg (M. et L.). Hice, o mejor dicho, me obligaron a hacer de todo: desde cargador hasta picapedrero. Me fugué dos veces de los campos nazis en Francia. Por fin, derrotados los alemanes, tras otros avatares, fui nombrado oficialmente profesor del Colegio Clásico, Moderno y Técnico de Saumur (M. et L.), donde me di a conocer como escritor en francés. Los manuscritos, a menudo, en letra microscópica, que se conservan todavía de mis aventuras en Francia y de mis obras en francés, pesan varios kilos y llenarían varios tomos. Hagamos algunas someras precisiones.

LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN.

SAINT‑CYPRlEN (Pirineos Orientales): 9-02-1939/

            Mi primera y más terrible experiencia fue la del Campo de Concentración de Saint-Cyprien (P.O.), en el que ingresé el 9 de febrero de 1939. Era una enorme franja de playa del Mediterráneo, acotada por alambradas y guardada por soldados senegaleses, armados de fusiles y ametralladoras. Allí se amontonó al aire libre, en los primeros momentos, una multitud inmensa de refugiados (de 90 a 100 mil), sin una barraca ni tienda de campaña. Durante los tres primeros días, no nos dieron de comer ni un pedazo de pan ni de beber un vaso de agua. Nuestro espacio vital se reducía al de un ataúd, y cuando llovía o soplaba muy fuerte la tramontana, para protegernos, hacíamos grandes hoyos en la arena y nos apretábamos tres o cuatro camaradas debajo de nuestras sucias mantas, salvadas de la guerra. Pronto la miseria se apoderó de todos los refugiados y el primer espectáculo de cada mañana lo constituían el desfile de los muertos durante la noche y la matanza general de los piojos que les invadían y les torturaban. Por las noches todavía había otro espectáculo más alucinante: el de los individuos atacados de disentería, corriendo, resbalando y cayendo en la ancha y larga capa de excrementos de las orillas del mar, que exhalaban un hedor nauseabundo. Por supuesto, la mortandad era espantosa (fallecieron allí varios cientos de compatriotas) y en un principio los franceses se desembarazaban de los cadáveres arrojándolos fuera del campo, en una larga y profunda zanja y cubriéndolos con una capa de cal viva.  Más tarde los encerraron en toscos féretros y los inhumaron en un cementerio.

Para comer empezaron a darnos una rebanada de pan y algunos trozos de nabos o de apio nadando en un cazo de agua caliente. Sin embargo, la solidaridad internacional se volcó en víveres y en ropa, en favor de los refugiados; sobre todo antes de la invasión nazi. Pero todo se perdía por el camino y más de un gendarme se hizo rico. Un sindicato sueco nos envió una vez dos millones de kilos de mortadela; más abiertos los botes en Perpignan, sólo aparecieron arena y piedras. El S.E.R.E. dio para cada refugiado de los campos un camastro de madera y una colchoneta de paja, pero fueron almacenados en las Comandancias francesas y entregados más tarde a los soldados belgas, refugiados en Francia, borrando previamente las siglas del S.E.R.E.

Sin embargo, no todo fue negro en Saint-Cyprien. Poco a poco se organizó el caos primitivo y tuvimos barracones, donde nos alojábamos hasta 70 individuos. Lo que no mejoró apenas fue la comida y pasé allí tanta hambre que hubo días en que no podía mantenerme literalmente de pie, sino tumbado sobre la arena. Cuando mejoró aquella situación, los profesionales de la Enseñanza, secundados por los de otras profesiones liberales, y apoyados materialmente por los Comités de Ayuda franceses y extranjeros, organizamos unas clases colectivas gratuitas, que tuvieron una buena acogida. En una estadística de la semana del 10 al 17 de junio de 1939, figuran nada menos que 183 clases, dadas a 4.500 alumnos, en 120 barracones, por 58 maestros y 71 colaboradores. Se nos concedieron dos barracones, dedicados a la Cultura, en los que hacíamos periódicos murales, dábamos conferencias, actuaban coros, músicos y cómicos y confeccionábamos el Boletín de Información de los Profesionales de la Enseñanza, magnífica revista ilustrada en colores, en la que colaboré frecuentemente y la dirigí en una época.


LOS CAMPOS DE GURS (desde el 8 de julio de 1939 hasta el 16 de enero de 1940) Y de ARGELÈS‑SUR‑MER (desde el 24 de junio de 1940 hasta el 22 de Octubre de 1940)

El 8 de julio de 1939, fui trasladado al campo de Gurs (B.P.), llamado el Campo de los Vascos. Estaba bastante bien organizado, sobre todo la parte Norte, reservada a los Brigadistas Internacionales, en la que hicieron paseos y jardines, levantaron estatuas y abrieron cantinas. También había un próspero Economato Vaco, que el 31 de julio de dicho año, acusó un beneficio líquido de 15.007´15 francos. Por supuesto, en Gurs también había un Barracón de Cultura, un Hospital General, una Banda de Música, coros, etc.  y seguimos publicando el B. I. P. E. Su mayor inconveniente era la abundancia de una mala compañía: las ratas.

Permanecí en este campo hasta el 16 de enero de 1940, en que salí enrolado en la 184 C.T.E., para trabajar en el departamento del Maine et Loire. Mis estancias sucesivas en los Campos de Saint‑Cyprien y Gurs duraron 347 días.

Al derrotar los alemanes a los franceses en junio de l940, los jefes y vigilantes galos de la 184 C.T.E. huyeron, abandonándonos a los españoles a nuestra suerte. Entonces el capitán Raimundo Falsone, yo y dos compañeros más nos encaramamos, al anochecer del 2l, en el último tren militar que pasó por allí, en dirección a Marsella, acogidos secretamente por el maquinista y el fogonero. Nuestro propósito era enrolarnos en el Ejército inglés, que estaba reembarcando en aquel puerto. Pero, al llegar a Burdeos, en la mañana del 22 de junio de 1940, los altavoces de la estación estaban anunciando el armisticio y no se permitió al tren seguir adelante. Descubiertos por unos gendarmes que lo registraron, fuimos conducidos a un cuartel de la ciudad, como “prisioneros de guerra” (¡), y el 24 nos internaron en el Campo de Concentración de Argelès‑sur-Mer.  No vale la pena describir este campo, pues era poco más o menos como el de Saint-Cyprien, después de organizado. Allí estuve 121 días, hasta que salí al departamento del Ardèche enrolado en el 160 Grupo de T.E.

LA 184 COMPAÑIA DE TRABAJADORES ESPAÑOLES (C.T.E.). 
De Enero a Junio 1940.

Se componía de 250 compatriotas, encuadrados en 10 secciones. Yo figuré en la 8ª. Nuestro destino fue el Departamento del Maine et Loire, estacionándonos en el pueblecito de Balloire, pero trabajábamos en la Plaine de Champagne para la empresa A. Dehé, encargada por la G. T. M. de la construcción de una vía férrea.  El jefe del “chantier” (tajo) era Gastón Hugo, y los capataces varios italianos: Locatelli, Scotta, Scotti, Pascal, etc. Nuestro trabajo era duro, sobre todo el de transportar a mano y a 100 m. de distancia, raíles helados que pesaban 0,7 toneladas y traviesas de 80 kilos. Desde el 24 de Enero hasta el 9 de junio, en que suspendieron los trabajos por la derrota de Francia, construimos 19 kilómetros de vía, colocando 2.303 raíles, 24.181 traviesas, 48 cojinetes, 96.724 tirafondos, etc. ¿Y en qué condiciones....? Completamente inhumanas: ir y volver al tajo a pie (unos 6 kilómetros), comida insuficiente y mala (nabos, batatas, sardinas de mataburro, quesitos “camemberg”, etc.), alojamiento miserable (cuartuchos con paja en el suelo),  pues no tuvimos barracones, ya en La Motte-Bourbon, hasta el mes de mayo, etc. En cuanto al pago, no nos dieron, ni un céntimo en los dos primeros meses, y, por fin, cuando ya habíamos hecho 6 kilómetros de vía, me dieron a mí 10 francos, a otros 15 y a otros 5 y a algunos nada.  Entretanto los obreros franceses y argelinos que trabajaban con nosotros, ganaban 55 francos diarios, y los capataces 100. Sin embargo la empresa A. Dehé también tenía asignados a los españoles sueldos de 6 francos la hora; pero “El Negrero” – mote que pusimos al capitán francés de la compañía – se quedaba tranquilamente el dinero. Yo no me morí allí de hambre y de fatiga gracias a un socorro de 50 francos que me envió Cruz Salido por cuenta de la J.A.R.E.

            Como la situación, ante tanta explotación y latrocinio, se puso naturalmente muy tirante, el “Negrero”, para amedrentrarnos, hizo detener a cinco compañeros, pasearlos esposados por Balloire y enviarlos a un campo de castigo, propagando por el pueblo que le habían robado las gallinas al Cura de Meron. Era una calumnia tan infame como estúpida, pues resulta que el Cura de Meron, el “abbé” François Jollec, que era un buen hombre, no tenía ni había tenido nunca gallinas.  Entre los detenidos figuraba un amigo mío: Angel Larrauri, maestro y periodista de Vitoria. Entonces escribí yo al sacerdote una carta en latín, rogándole que, puesto que nosotros no podíamos defendernos, desmintiera públicamente aquella calumnia, si, como yo suponía, era un verdadero ministro de Jesucristo. Con que, dos días después, el 11 de febrero de 1940, publicó en el periódico de la región, LA DEPÊCHE, un valiente comunicado, desmintiendo aquel embuste y abonando nuestra buena conducta.  Y no contento con esto, tras una entrevista secreta que tuve yo con él en casa del campesino Eugène Biguet, en la que le conté todo lo que pasaba en la 184 C. T. E., se trasladó a Angers, capital del Departamento, y denunció a las autoridades competentes las atrocidades del “Negrero”, el cual fue destituido fulminantemente.  Para agradecer al “abbé” Jollec su buena gestión, escribí yo, a continuación, otra carta en latín al Obispo de Angers, Mgr. Costes, que firmó toda la Compañía, exponiéndole la ejemplar labor cristiana que realizaba el Cura de Merón.

            Al “Negrero” sucedió en el mando el Capitán Pardieu, el cual mejoró sensiblemente nuestra situación, pero también hizo un buen negocio y toleró los abusos de sus subordinados franceses, como el Teniente Coulet, el Cabo Raymond Angot, etc.. ¡Ah!, una de sus primeras providencias fue la de prohibirnos a los españoles que habláramos con el Cura de Meron...¡Por si las moscas...! El final de la 184 C. T. E., al invadir Francia los alemanes, ya lo hemos anotado anteriormente.


EL 160 GRUPO DE TRABAJADORES EXTRANJEROS (G.T.E.). ( 24 de Octubre, 1940 ) Permaneció allí hasta la mitad de abril de 1943.

Se formó en el Campo de Concentración de Argelès-sur-Mer, en Octubre de 1940, siendo nombrado jefe de la 1ª Sección. Como tal, salí al frente de un destacamento de 40 compatriotas, en la tarde del 23 de octubre de 1940, a la aldea de Salelles (Ardèche), para preparar el alojamiento a todo el Grupo, que llegó más tarde. El alojamiento fue un caserón abandonado y en ruinas, rodeado de maleza, que bauticé con el nombre de La Casa de Drácula. En un principio, el Grupo se compuso de 108 españoles a los que, en mayo de 1941 se agregaron unos 150 judíos “razziados” en Marsella por la Gestapo. Los infelices no duraron mucho tiempo en el Grupo, pues en la primavera de 1942 vinieron a buscarlos unos agentes nazis, que los llevaron a los hornos crematorios del Este. Cien mil judíos franceses fueron exterminados por los nazis.

El trabajo del 160 G. T. E. consistió en cortar árboles y hacer carbón vegetal, en los tajos de Chantayre, Baravón y Manaval, para la XI Conservación de Eaux et Forêts (Aguas y Bosques), la cual explotó concienzudamente, tanto a los destajistas como a los simples jornaleros españoles. Por ejemplo, a estos últimos, E. et F. les pagaba 32 francos diarios y las demás empresas similares, 90 fr. Esta explotación se completaba con las rapiñas que hacían, a su vez, el Comandante francés del Grupo, residente en Saint-Maurice-d´Ibie y los surveillants de los tajos del bosque (Tessières, Favre, Piatti, etc.), mermando escandalosamente los suministros de ropa, comida y tabaco, destinados a los trabajadores.  Por entonces, el Comandante en Jefe del 160 G. T. E. era un excapitán de la Legión Extranjera francesa, llamado Charles Février ( y entre los españoles, Al-Capone). Los abusos de este bárbaro dieron lugar a que, exponiéndome a perder el cómodo puesto que tenía en el bureau de Saint-Maurice y tal vez la cabeza, lo denunciara al Fiscal de la República del Departamento, en estos términos que traduzco del francés:

“Al Sr. Procurador de la República en Privas.

Señor:

Por el honor de Francia, a cuya generosa hospitalidad nos hemos acogido de buen grado, tenemos que denunciar a su autoridad el hecho siguiente.

En la noche del 5 de enero corriente, domingo, de 21 a 22 horas, tres trabajadores españoles, llamados Sebastián Rodríguez Soria, Mariano Jordán Carnicer y Francisco Calles Hernández, pertenecientes al 160 G. T. E., han sido salvajemente torturados, en el puesto de Mando del Grupo, estacionado en Saint-Maurice-d´Ibie.  Estos tres individuos estaban encerrados allí, en condiciones verdaderamente inhumanas, después que la autoridad competente había rehusado meterlos en prisión, con motivo de unos incidentes, provocados el 1de enero, en el Grupo, por el descontento general, debido al tratamiento brutal de su Jefe, el Capitán Charles Février.  Los tres individuos, completamente desnudos, han sido bestialmente golpeados por los Sres. Charles Février y Gastón Vynch, en presencia de un amigo y vecino de Saint-Maurice-d´Ibie, ajeno al Grupo, Mr. Paul Soubyrand, invitado tal vez por aquéllos para divertirlo con el espectáculo.  A continuación, el citado Rodríguez Soria, completamente desnudo, y los otros dos compañeros, con los pies desnudos, han sido encerrados de nuevo en el granero del Puesto de mando: un granero que, dos días antes, estaba totalmente cubierto de nieve, con motivo de la última nevada.  El encarnizamiento del Sr. Gastón Vynch ha sido tan brutal que se ha dislocado la mano derecha.  Terminada la escena, los Sres. Charles Février y Gaston Vynch marcharon al café del Sr. Arsac, jactándose de su hazaña, delante de los vecinos del pueblo.

Le rogamos, Sr. Procurador, que abra una encuesta sobre este hecho ignominioso y, en general, sobre la conducta escandalosa, en todos los aspectos, del Sr. Charles Février, cuya vergonzosa actitud provoca la indignación de todos los vecinos de Saint-Maurice-d´Ibie y de Les Salelles y, ante todo, de todos los trabajadores españoles del 160 G. T. E.

Saint-Maurice-d´Ibie, a 7 de enero de 1941.

Manuel García Sesma – Bartolomé Cabré Fiol

(Bartolomé Cabré era un compañero del Bureau, que el 5 de julio de 1944 murió, luchando contra los alemanes, al frente de su guerrilla, en la carretera de Mezilhac).

El fiscal de Privas hizo efectivamente la encuesta, enterándose además de que el Capitán Février andaba siempre borracho, de que vivía amancebado con la mujer de un prisionero francés, mientras tenía abandonadas en Angers a su esposa y a una hijita, y de otros detalles bochornosos.  En consecuencia, fue llamado a cuenta a Privas y, al cabo de unos días, volvió al Grupo más manso que un cordero.  Me dio disculpas por lo ocurrido, echó a su querida, trajo a su mujer e hija, destinó al servicio de la Comandancia a los tres compañeros maltratados y a mí me puso al frente del Servicio de Información del Bureau.  Pero esta rectificación tardía no le libró de ser reemplazado el 10 de junio siguiente, muriendo en Angers, el 23 de agosto del mismo año.  Le sucedió en el Mando el Capitán Gabriel Buisson, un buen hombre de Saint-Etienne, el cual trajo a su familia a veranear a Saint-Maurice, haciendo yo con todos una buena amistad, sobre todo con su hija María, alumna de la Facultad de Filosofía y Letras de Lyon.

            Por entonces conocí también a Mlle. Marie-Antoinette Proby (Nanette): una linda muchacha de 22 años, que vino a Tarare a pasar asimismo las vacaciones en Saint-Maurice, en casa de un hermano suyo, casado con la hija única de la viuda más rica del pueblo: Mme. Dupré.  Yo había hecho amistad con esta señora y hasta le había dedicado une nouvelle, titulada Philatélisme, porque hacía colección de sellos y me invitaba de vez en cuando a su casa a tomar el té.  Por supuesto me presentó a Nanette y me pidió que le enseñara a bailar. Acepté y hasta dediqué a la joven tres composiciones galantes: “La jeune fille aux yeux noisette”, “Vendange” y “La danse de Salomé”.  A la sazón yo vivía encantado, con varios compañeros de la Comandancia, en una modesta “popote” regida por Conchita Andreu [2].  Pero el encanto sólo duró hasta el 8 de noviembre de 1942, en que ocurrió un acontecimiento sensacional: el desembarco de los americanos en Africa del Norte.  Escuché la noticia por la radio Lausanne, estando en la casa de Mme. Dupré, en compañía de su hija, yerno y el Tte. Gastón Guillou, jefe del Bureau del Grupo. Yo la recibí con satisfacción, y los demás, con espanto, pues eran petainistas.  Por lo mismo, me abstuve de hacer ningún comentario. Con que, al día siguiente, el Tte. Guillou redactó un informe rabioso, dirigido al prefecto del Ardèche, en el que decía que yo había hecho comentarios subversivos a propósito del desembarco, que yo era un hombre muy inteligente y hábil, pero un anarquista notorio (sic), por lo que mi permanencia en el 160 G. T. M. constituía un grave peligro, en aquellos momentos, pidiendo mi traslado inmediato a una cárcel o campo de presos políticos. Yo conté la verdad al Capitán Buisson y éste no quiso dar curso al informe. Pero entonces hizo parecido el hermano de Nanette, Mr. Proby, que era un agente solapado de la Gestapo, y el Capitán Buisson, para no hacerse notar, consintió en que Guillou me echara del Bureau, me enviase preso a Salelles por 9 días y me condenase a continuación a picar piedra en el camino de Manaval.  Allí pasé un invierno terrible, pues este camino estaba en la montaña y hacía tal frío que tenía que ponerme dos pantalones y dos chaquetas a la vez.  Por otra parte, la alimentación era entonces escasa y mala, como lo demuestra este menú por cabeza, correspondiente al 9 de enero de 1943. Desayuno: 5 gr. de café con 16 gr. de azúcar.  Almuerzo: 2 sardinas arenques.  Comida: sopa con 10 gramos de pasta y 350 gr. de nabos.  Cena: parecida a la comida.  Pan para todo el día: 333 gr. Inesperadamente, hacia la mitad de abril del mismo año (1943), se presentó en Saint-Maurice un gestapista, y yo fui deportado a un campo de concentración alemán en la Bretaña.

            Guillou y Proby se habían salido con la suya, pero pagaron cara su felonía, pues al llegar la Liberación de Francia, Proby fue fusilado en la puerta de su casa, y Guillou escapó al Departamento del Nord, donde halló asimismo la muerte.


EL LAGER FRANCO DE HENNEBONT (Morbihan) Y LA BASE SUBMARINA DE LORIENT.

            El Lager Franco era un campo de concentración alemán, ocupado por refugiados españoles y ubicado en la pequeña ciudad bretona de Hennebont (Morbihan). Y allí fui a parar desde el Ardèche, distante más de 600 km. Mi sorpresa fue grande al comprobar que estaba mejor organizado que los franceses, que nos daban mejor de comer y que nos pagaban mucho más. ¡Bah!, “la France paie”, decían con desenfado los alemanes.  En efecto, el Banco de Francia pagaba diariamente a los nazis 500 millones de francos, como gastos de ocupación.  A ellos hay que añadir las requisiciones de coches, casas, camiones, talleres, fábricas, caballos (643.000), trenes (1.000 locomotoras y 800 mil vagones) y alimentos (2 millones y medio de toneladas de trigo, otros tantos de avena, 774 mil Tm. de carne, 597 mil de patatas, etc., etc.) Por otra parte, fusilaron a 150.000 franceses y deportaron a Alemania a 400.000. Efectivamente, Francia pagó.....

            El trabajo de los concentrados en el Lager Franco consistía en mantener y fortificar la base submarina de Lorient, distante unos 15 km. de Hennebont, pues la ciudad de Lorient había sido incendiada casa por casa, en una noche, por la aviación aliada.  Mi carta alemana de identidad en Lorient era la número 17.568, y mi número de control en la empresa Karl Epple, para la que trabajé, el 5.093. Allí trabajábamos individuos de diferentes nacionalidades: franceses, checos, holandeses, belgas, etc. A los simples peones, como yo, nos pagaban 7´20 francos teóricos a la hora, aunque con los descuentos por comida, alojamiento, etc., el salario real era inferior.  De todos modos, según un boletín salarial que conservo de junio de 1943, en 10 días de trabajo me quedaron libres 260 francos.  Al principio estuve en el equipo de un capataz nazi, llamado August Weichert: un tipo esmirriado y chillón , que se permitía el lujo de insultarnos y hasta de amenazarnos de muerte.  Yo le saqué el mote de “Polvorilla” y sólo lo aguanté dos semanas, pues un día maltrató de obra a un joven acordeonista de una orquestina de París que trabajaba conmigo y el 2 de mayo de 1943 escribí una carta muy diplomática (conservo la copia) al Ingeniero-Director de la empresa, K. Epple, denunciándole los atropellos del capataz.  El efecto no se hizo esperar.  “Polvorilla” cambió de modales y en adelante me saludaba a mí en alemán con Herr Professor (Señor Profesor).

            El mayor inconveniente de la base de Lorient es que la aviación aliada venía a menudo a bombardearla o ametrallarla.  Una tarde me sorprendió un ametrallamiento cuando estaba encaramado en un andamio exterior, a unos ocho metros de altura.  Me salvé de milagro y decidí fugarme cuanto antes.  La cosa era muy peligrosa y nada fácil, pero me ayudaron eficazmente los maestros de Hennebont, Mr. y Mme. Alfred Michel.  Los detalles de esta fuga son peliculescos y hacemos gracia de ellos a los lectores.  Me escapé el 26 de julio de 1943, aprovechando la fiesta de Santa Ana.

EL LAGER DE BERNAY.

            Naturalmente, abandoné la Bretaña y pasé a Normandía, dirigiéndome a Bernay (Eure), a 320 km. y pico de Hennebont. Suponía que encontraría allí a un amigo compañero de Batería, en la campaña final de Cataluña: José San Miguel Recio, y así fue. Me alojé en el Lager Bernay, una antigua fábrica de harinas desafectada, comiendo en su cantina y durmiendo en el segundo piso, en compañía de una treintena de mahometanos argelinos.  Empecé a trabajar, aunque por pocos días, en la huerta de un castillo de Menneval, a extramuros de Bernay, en el que vivían los mandamás de la firma Arge Wiesbaden, dependiente, como todas las que trabajaban para los alemanes , de la famosa Organización Todt.  Su jefe era un tal Happ, el cual fue destituido por haber desfalcado 11.000 fr. en tickets de la cantina del Lager.  Le sucedió Heinrich Dechent, el cual me aceptó como contable en sustitución del belga Eustache, que acababa de dejar el puesto.  Me pagaban un salario semanal neto de 1.340 francos.  Estuve en Bernay hasta octubre de 1943. Resulta que, en el despacho de Dechent trabajaba como mecanógrafa una guapa joven francesa, llamada Suzanne Morisseau, de la que estaba enamorado aquél.  La muchacha simpatizó conmigo, después de leer algunos escritos míos, que hacía en el mismo bureau, después de la jornada de trabajo.  Pero Dechent acabó por ponerse celoso y receloso e inopinadamente, el 4 de octubre de 1943, fui enviado, al frente de toda la caterva mora, a construir en el puerto de Diepppe, distante más de 100 km., el famoso “Muro del Atlántico”.


DIEPPE, NEUFCHATEL-EN-BRAY, BOUELLES Y ESCLAVELLES.

            Mi estancia en Dieppe, donde estuve alojado con los argelinos, apenas si duró una semana, dedicada por ellos a abrir zanjas para trincheras, en la costa; pero me bastó a mí para documentarme sobre la historia de la ciudad y escribir más tarde un largo relato, con curiosas reminiscencias españolas, titulado “Un dimanche à Dieppe sous l´occupation allemande”. De Dieppe me trasladaron con mis moros, el 11 de octubre de 1943, a Neufchâtel-en-Bray, distante unos 28 kilómetros de Dieppe.  Allí había poco que hacer, pues la pequeña ciudad había sido arrasada por la aviación.  Por lo mismo, nos estacionamos en el pueblecito de Bouelles, a 4 km. de Neufchâtel, alojándome, durante casi cinco meses, en casa de unos viejos campesinos: Mr. Y Mme. Théodule Guichard.  Sólo trabajamos en Neufchâtel unos pocos días, pasando a continuación a hacer un fortín.        
           
            La empresa seguía siendo la Arge Eiebaden, que nos pagaba un salario semanal neto de 1.152 francos, además de la comida del mediodía.  En Esclavelles corríamos todavía más peligro que en Lorient, pues hubo día en que no pudimos entrar en el tajo por la amenaza permanente de la aviación aliada.  A partir de enero de 1944, ya no sólo nos ametrallaban, sino que nos bombardeaban.  Me acuerdo especialmente del bombardeo del 6 de enero, en que me cayó una bomba a sólo 4 metros de distancia.  Al oír el ruido característico de su descenso, me arrojé de bruces sobre un embudo adyacente, causado por otra bomba anterior.  La explosión me cubrió de tierra y me hizo jirones mi abrigo de cuero, pero no me hirió.  Aquello era un serio aviso y entonces escribí a mi amigo, el “abbé” Jollec, exponiéndole mi situación y rogándole que me buscase cualquier trabajo por el M. et L. Me contestó enseguida: “Venga V. y se lo encontraré”. Con que, el 7 de febrero de 1944 me fugué de Bouelles, con la complicidad del Alcalde, Mr. H. Romain, quien me dio un certificado de buena conducta (lo conservo) y me llevó en su cochecillo hasta un puesto de parada de autobuses que iban a Rouen.  Aquí tomé un tren y tras un recorrido de 300 km. y pico, me apeé en Montreuil-Bellay, al día siguiente. Una familia española me indicó que probablemente hallaría trabajo en Saint-Cyr-en Bourg, a pocos kilómetros de Montreuil, y allí me dirigí, sin llegar hasta Meron, encontrando, efectivamente, trabajo de peón


SAINT-CYR-EN BOURG, LA PERRIÈRE.

            La Perrière era una antigua cantera subterránea de toba, utilizada, a la sazón, por los alemanes como depósito central de material de submarinos. En ella intervenían tres empresas: la Kriegmsmarine, la Schaller y la Niethamer. Yo entré a trabajar en la de H. Schaller, encargada de la limpieza y arreglo de las galerías.  Me pagaban 1.770´40 fr. quincenales.  En La Perrière estábamos empleados unos 250 individuos, de los que 17 éramos refugiados españoles.  La Perrière era el tajo más seguro y descansado que conocí en Francia.  Un guasón escribió en la puerta con tiza: Maison de repos (casa de descanso) y  yo le dediqué un extenso y humorístico relato, titulado La Caverne des Embusqués (La Cueva de los Emboscados), pues, en efecto, lo era.  Naturalmente, en 1944, la derrota final de los nazis era ya cosa segura, y los de La Perrière, aunque lo disimulaban, estaban desmoralizados, empezando por su jefe, el Coronel Frimmel.  Los capataces no nos molestaban.  Ultimamente trabajé allí de barrendero de las galerías principales, pero no barría ni 20 metros cuadrados al día.  Me entretetía en componer en francés versos satíricos. Cuando los alemanes se vieron acosados en Francia  por todas partes, los nazis de la Perrière la dinamitaron, al atardecer del 25 de agosto de 1944 y huyeron al día siguiente.

ESCRITOR EN FRANCÉS Y PROFESOR DEL COLLÈGE CLASSIQUE, MODERNE ET TECHNIQUE DE SAUMUR.

            Mi iniciación como escritor en francés comenzó et 6 de mayo de 1939, en el Campo de Saint‑Cyprien por un intercambio amistoso de correspondencia con una estudiante de l9 años, de la Escuela Normal de Albi: Mlle. Suzanne Valats. Suzy era una muchacha culta, sensible y sus cartas me proporcionaron una distracción y, sobre todo, un lenitivo a las amarguras de los tiempos más duros de mi exilio. Nuestra correspondencia se mantuvo hasta mediados de l942 en que, acabada ya su carrera, Suzy se casó. Luego, en todos los sitios en los que estuve, escribí sobre ellos y sus gentes relatos y versos. Conservo 162 escritos: unos publicados y otros inéditos, sin contar las innumerables notas que tomé – y que conservo -, para escribir otros muchos. Precisamente por una "nouvelle", titulada Une leçon au Collège Yolande pasé de oscuro peón de pico y pala de la empresa Pichon et ses Fils., en el "quartier des Ponts" de Saumur, a profesor del Collège Classique, Moderne et Technique de la misma ciudad.

            Resulta que, al abandonar los alemanes el Saumurois, no sólo dinamitaron La Perrière, sino que volaron 51 puentes del M. et L. y sembraron de minas los campos para que se mataran los campesinos. Una de sus víctimas fue mi amigo, el “abbé” Jollec, al que una mina arrancó una pierna, cuando fue a auxiliar a un vecino, destrozado por otra.  Yo me quedé en libertad, pero sin trabajo, sin dinero y completamente aislado.  Para subsistir me puse a hacer la vendimia con unos campesinos de Saint-Cyr-en-Bourg; a continuación trabajé en un aserradero de Brèze; luego en la limpieza del Colegio de señoritas “Yolanda de Anjou”, que había servido de cuartel general de los nazis en Saumur y, por fin, en el descombro del puente de esta ciudad sobre el Loira, desmantelado por un bombardeo.  Entonces se me ocurrió escribir la citada “nouvelle” y dedicar una copia a Mme. Dezaunay, directora del “Collège de Jeunes Filles”, a la que sólo conocía de nombre, y el efecto fue fulminante. Tres semanas después la Universidad de Rennes me nombraba profesor del Collège de Garçons, dirigido por Mr. Georges Espagnet.  Inmediatamente me di a conocer como escritor en francés, publicando en Lyon el ensayo “Le secret de Marceline Desbordes-Valmore” y en Toulouse el estudio “L´Art français en Espagne”, en 12 largos capítulos, así como varias “nouvelles”. Fui recibido miembro de la “Société des Lettres, Sciences et Arts du Saumurois” y de la Agrupación “Tourisme et Travail”, en cuyas asambleas y festivales intervine con diversos escritos y hasta la U. F. F. (Unión de Femmes Françaises) organizó en Saumur, el 19 de mayo de 1946, una Matinée Litteraire para darme a conocer.  En los diarios La Nouvelle République de Tours, Le Courrier de l´Ouest de Angers y L´Ouest-France de Rennes, de los que conservo algunos ejemplares, se daba cuenta de mi actividad literaria en aquella época.  En Saumur escribí una docena de “nouvelles”, ocho ensayos, siete narraciones y algunos versos.

Al terminar el curso de 1946‑47, presenté la dimisión y emigré a México, en calidad de refugiado político, con un pasaporte Nansen. Estaba encantado en Saumur, una bonita ciudad de unos 20.000 habitantes, donde era conocido y estimado y ganaba bastante dinero. Pero, ¿de qué me servía...? Tenía que atenerme al escasísimo racionamiento de las cartillas de alimentación y de ropa, y mi salud estaba ya quebrantadísima por el hambre y las fatigas pasadas en los campos de concentración y las Compañías de Trabajo. Tenía 45 años y sólo pesaba 56 kg. Un día, estando en el Colegio, sufrí un síncope, perdiendo el sentido durante media hora. En vista de ello decidí abandonar Europa. Una de las grandes alegrías de mi vida fue ver comer pan blanco, al cabo de una década de abstinencia, en el avión de Air‑France que tomé en Orly, el 23 de julio de 1947.

MI VIDA EN MEXICO

Después de una corta estancia en Nueva York, llegué a la capital de México, el 1 de agosto de 1947 y dejé definitivamente aquel país, el 30 de junio de 1973; de modo que viví en aquella República 26 años menos un mes. Al arribar a ella sólo tenía 5 dólares en el bolsillo y una sola persona conocida, don Agustín Mateos Muñoz, ex‑catedrático de Filosofía de la Universidad Central de Madrid. Una semana después ingresé como profesor en el Colegio Franco‑Español, donde también daba clases mi amigo. Para regularizar mi situación académica, como no tenía dinero para revalidar mis estudios de España, acudí al recurso de presentar en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.N.A.M. (Universidad Nacional Autónoma de México), exámenes extraordinarios de capacitación magisterial lingüística, los cuales no costaban entonces nada. De esta manera obtuve autorización oficial para la enseñanza de Latín, el 23 de noviembre de 1948; de Francés, el 3 de diciembre de 1948, y de Etimologías latinas y griegas del español, el 4 de julio de 1949.

LABOR DOCENTE.

Di clases en los principales colegios de Segunda Enseñanza de la capital: el citado Colegio Franco‑Español, el Colegio Franco-Inglés, la Universidad Motolinía, el Colegio Madrid, etc. Por otra parte, como dominaba casi todas las asignaturas del Bachillerato, durante las vacaciones, tuve siempre clases particulares de las asignaturas más diversas: Matemáticas, Psicología, Literatura Universal, etc. En el Colegio "Simón Bolívar" de Señoritas, tuve una clase de "Teatro y Danza", escribiendo para ellas tres juguetes cómicos: "Carmencita suda tinta", "Cuando comienza el curso...", "Los números primos".  Para facilitar el aprendizaje a mis alumnos, escribí numerosos apuntes y resúmenes, así como tres obras didácticas que me costaron no pocas horas de trabajo: "Anthologia Latina ad usum puellarum", "Précis de grammaire Française", y "La Lengua Nahuatl y su contribución al enriquecimiento del Español". Se conservan los dos últimos. Dos trabajos de investigación que me ocuparon asimismo bastante tiempo, fueron "Epigrafía Latina de la ciudad de México" y "Navarros en México". (Publicado en 1990.) También escribí en México mi "Poemario Fiterano”.

MUSICA Y POESIA.

Hacia 1954 emprendí una obra artística de gran aliento, en la que trabajé durante cuatro años. Era una obra de cultura popular selecta, a base de poesía, música y declamación. Compuse con tal fin 80 poemas narrativos; 50 instructivos y 30 festivos, para lo que hice las adaptaciones de música clásica o semi-clásica correspondiente. Mi intérprete fue un buen declamador mexicano: Ignacio Arzate. Me dirigí primeramente para su grabación y difusión a la empresa disquera R. C. A. Víctor, cuyo director se quedó sorprendido y me prometió encargarse de ello. Pero dejó pasar varios meses sin cumplir su palabra. Entonces, sin decirle nada, me dirigí al director artístico de la Columbia de México, Mr. André Toffel, que había sido un popular “Chansonnier” Francés, y una semana después, me firmó un contrato para lanzar un L.P. de 12 pulgadas. Fue editado espléndidamente poco después, regalando a los compradores un souvenir que contenía impresos los ocho poemas del disco y unas notas suyas y de Toffel. Con tal motivo di un recital en el Centro Vasco, sobre el cual El Universal Gráfico de México hizo una reseña, el 2‑VI-1958, de la que copiamos los siguientes párrafos: "En el salón de actos del Centro Vasco, el sábado pasado, el escritor y poeta Manuel García Sesma, ofreció un recital poético‑sinfónico al que asistieron selectas personalidades del arte y de la mejor sociedad. El recital poético‑sinfónico del maestro García Sesma fui organizado con motivo de la reciente grabación que la "Columbia" hizo en un L.P., con el título de Música y Poesía: ocho bellas composiciones poéticas del profesor Sesma, quien ha tenido la magnífica idea de combinar música y poesía en grabaciones musicales; una verdadera novedad en discos".

CONFERENCIAS RADIOFONICAS.

En el año 1959 tuve un programa semanal de conferencias, en la Radio Mexicana, XERH, propiedad del antiguo residente español, D. Arsenio Tuero. Su título genérico era el de "Charlas Vasco‑Navarras". Naturalmente eran de naturaleza histórica, descriptiva y costumbrista. Me pagaban  200 pesos por cada una (unas 1.200 pesetas) y durante ellas se hacían pequeños cortes musicales, que yo rellenaba con "spots". Por ejemplo: “¿Sabían ustedes que la iglesia cisterciense de España más grandiosa se encuentra en Fitero, que data de los siglos XII y XIII y es de transición románico-ojival...?”.

REGRESO A ESPAÑA.

Regresé definitivamente a España, el 1 de Julio de 1973, ingresando en la Residencia “San Raimundo” de Fitero, el 1 de agosto siguiente. Desde entonces me he dedicado a la investigación histórica y a publicar libros sobre Fitero: La Iglesia Cisterciense de Fitero y Estudios fiteranos ( 1981); Leyendas fiteranas. Mugas del siglo XIX. Biografía crítica de San Raimundo de Fitero (1982), Miscelánea fiterana (1983).  También me gustaría publicar otras obras inéditas en español: Poemas anecdóticos y versos ocasionales, El Arzobispo que murió en las barricadas y otros relatos, Las Musas de Chopin y otros estudios histórico-musicales, Navarros en México y Humor en prosa y en verso.




[1] En la primavera de 1934, pasó quince días en París, según escribe en su Diario Sentimental de un Exiliado (11 de mayo). Regresó, cumplido ese tiempo, a San Sebastián.
[2] Casada con Rafael Gil Espinosa. En surnombre, p. 80. 

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